Cartas al director

A favor de la Ley de la Memoria Histórica

A propósito del manifiesto de los intelectuales y juristas por la Ley de la Memoria Histórica, información publicada en este diario el día 21 de septiembre de 2007, pido ante todo disculpas porque no siendo español me inmiscuya en este debate sobre dicha ley, pero mi condición de extranjero no me imposibilita a dar una opinión al respecto. Al leer las opiniones de muchos en la sección de comentarios de este diario por Internet, me llevo la impresión de que gran parte de las últimas generaciones españolas sufre una amnesia colectiva.

La transición tuvo sus errores y no es tarde para corr...

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A propósito del manifiesto de los intelectuales y juristas por la Ley de la Memoria Histórica, información publicada en este diario el día 21 de septiembre de 2007, pido ante todo disculpas porque no siendo español me inmiscuya en este debate sobre dicha ley, pero mi condición de extranjero no me imposibilita a dar una opinión al respecto. Al leer las opiniones de muchos en la sección de comentarios de este diario por Internet, me llevo la impresión de que gran parte de las últimas generaciones españolas sufre una amnesia colectiva.

La transición tuvo sus errores y no es tarde para corregirlos. La transición nació de negociaciones entre élites en donde los ciudadanos fueron dejados de lado, basándose en los pactos secretos que impidieron medidas a favor de las víctimas de la dictadura. Con lo que me atrevería a decir que España escondió la basura debajo de la alfombra. Hay una deuda con la historia y eso tiene solución.

Leo también el discurso de muchos que intentan el olvido del pasado y consideran que remover lo ido no trae nada bueno, y que hay que mirar sólo para adelante, y no para atrás; sin embargo, ese discurso es un discurso ñoño, sin sentido, vacío para una sociedad española que ha evolucionado y ha perdido sus complejos.

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Para terminar: cuando era niño, en mi casa de Lima, escuchaba las historias de los hijos de españoles que bajo el sol de la luna del Pacífico me contaban sus historias de desgarro y amor a la madre patria, de donde sus padres tuvieron que salir por la puerta trasera. Nunca he olvidado sus lágrimas y sus palabras. Esas historias le llegaron a un niño sorprendido al descubrir que poseía el mismo apellido que tuvo (y tiene) un portentoso intelectual español: Azaña.

Durante mis viajes en tren por Europa, esas mismas historias las he vuelto a escuchar de boca de los nietos, cuyos abuelos fueron ninguneados y maltratados, asaltados y menospreciados.

Bienvenida esa ley, y muchas otras. ¡Por la justicia y la belleza, que son lo mismo.

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