Reportaje:

Un reto para la técnica

Un documental rinde homenaje a los trabajadores que participaron en la ardua colocación de 'El Peine del Viento'

Un reto para la técnica. Eso supuso la colocación de las tres piezas de acero que conforman El Peine del Viento, la obra ideada por Eduardo Chillida para el extremo de la bahía donostiarra que descansa a los pies del monte Igeldo. Estos días se conmemora con distintos actos el 30ª aniversario de este conjunto escultórico, que será inaugurado oficialmente el próximo domingo, tres décadas después de su instalación. En este marco, María Elósegui Itxaso presentó ayer El Peine del Viento. Ingeniería de su colocación, un documental con el que pretende rendir homenaje a todas las person...

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Un reto para la técnica. Eso supuso la colocación de las tres piezas de acero que conforman El Peine del Viento, la obra ideada por Eduardo Chillida para el extremo de la bahía donostiarra que descansa a los pies del monte Igeldo. Estos días se conmemora con distintos actos el 30ª aniversario de este conjunto escultórico, que será inaugurado oficialmente el próximo domingo, tres décadas después de su instalación. En este marco, María Elósegui Itxaso presentó ayer El Peine del Viento. Ingeniería de su colocación, un documental con el que pretende rendir homenaje a todas las personas y empresas que tuvieron algo que ver en "la magia de ese sueño".

En realidad dio a conocer un corto de cinco minutos de ese documental, que estará terminado para finales de mes. Peones, canteros e ingenieros trabajaron codo codo, "como una trainera", resaltó Elósegui Itxaso, hija del ingeniero José María Elósegui, encargado del cosido de los tres grandes brazos de acero de Chillida a sendas rocas.

Para elaborar el documental, respaldado por el Ayuntamiento de San Sebastián, su autora se ha basado en el libro que publicó el pasado mes de marzo: El Peine del Viento de Chillida en San Sebastián. Ingeniería de su colocación por José María Elósegui (1977). Pretende que la película se convierta en un material pedagógico que se pueda utilizar en diferentes espacios, como centros de enseñanza y museos.

Tanto Elósegui Itxaso como su padre recordaron la "larga" historia del conjunto escultórico de El peine del viento, que empezó a gestarse en 1968, cuando una comisión ciudadana pidió a Chillida que diseñase una escultura en homenaje a la ciudad. El proyecto no prosperó en los primeros momentos y hubo que esperar hasta 1976 para que echara de verdad a andar.

¿Por qué? "No se sabe muy bien por qué", comentó Elósegui Itxaso, profesora titular de Filosofía del Derecho en la Universidad de Zaragoza. Hay quien ha hablado de posibles razones políticas, pero ella se inclina más a pensar que fue más bien por la poca sensibilidad que entonces había en España con el arte contemporáneo. Por aquellos tiempos Chillida ya había alcanzado "el éxito a nivel internacional, pero no tanto en España".

El caso es que una vez que la idea de Chillida siguió adelante, el proceso de instalación de las piezas se convirtió en una complicada tarea. Aunque en realidad la colocación se llevó a cabo en quince días, antes hubo que adaptar el terreno y el anclaje de las esculturas en las rocas para que el resultado final fuera "lo más natural posible, como si hubiesen estado allí siempre", destacó el ingeniero encargado de dirigir los trabajos.

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"Lo que se ve no da idea de lo que supuso la colocación" del conjunto escultórico, incidió Elósegui. Y es que fue necesario "coser" las rocas por dentro para evitar que se quebraran al incrustarles las esculturas, de entre nueve y diez toneladas de peso.

La colocación de la escultura del fondo fue la más ardua. Hubo que colocar una pasarela de 80 metros de longitud que permitió el traslado de la pieza. Fue como montar "un puente sobre el río Urumea", apunta el ingenieron en el documental. Con la diferencia de que, en pleno septiembre, el mar no estaba precisamente tranquilo, así que no faltó algo de "miedo" entre los trabajadores, como ellos mismos recuerdan en la película.

La colocación de El Peine del Viento, que se convirtió en uno de los rincones más emblemáticos de la ciudad y en una de las obras preferidas de Chillida, costó poco más de ocho millones de las antiguas pesetas, que salieron de las arcas del Ayuntamiento. Este precio fue posible gracias a la solidaridad del propio escultor, que donó las esculturas; de Elósegui, que renunció a sus honorarios; de Patricio Echeverría, que colaboró en la fundición de las piezas, y de las firmas Ulma y Moyua, que cobraron sólo los costes mínimos.

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