Reportaje:OFICIOS Y PERSONAS: | MANUEL AUSTRIA FAJARDO / Camarero

"Los borrachos me ponen nervioso"

Las imágenes turísticas de las islas Filipinas muestran un paraíso tropical, con vegetación y animales exóticos y mujeres danzando continuamente, acicaladas con collares de flores multicolor. Pero eso es tan sólo un detalle "superficial" del archipiélago, comenta Manuel Austria Fajardo, de 42 años y natural de la región de Laguna (al sur de la capital, Manila), pues la dura realidad que queda al descubierto equivale a salarios bajos y a pocas perspectivas de futuro. Por esta razón, Manuel, que trabajaba en la instalación y reparación de aparatos electrónicos, materia en la que se formó, emigró...

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Las imágenes turísticas de las islas Filipinas muestran un paraíso tropical, con vegetación y animales exóticos y mujeres danzando continuamente, acicaladas con collares de flores multicolor. Pero eso es tan sólo un detalle "superficial" del archipiélago, comenta Manuel Austria Fajardo, de 42 años y natural de la región de Laguna (al sur de la capital, Manila), pues la dura realidad que queda al descubierto equivale a salarios bajos y a pocas perspectivas de futuro. Por esta razón, Manuel, que trabajaba en la instalación y reparación de aparatos electrónicos, materia en la que se formó, emigró a España en 1988 junto con su novia. Hoy prepara y sirve cafés y tés en un local del Eixample, donde sus compañeros y sus clientes le llaman, cariñosamente, Manu. "Aquí cobro tres veces más de lo que ganaba en mi país", asegura con una sonrisa alegre y satisfecha.

La cadena hostelera en la que trabaja le permite darse voluntariamente de baja y volver a ser readmitido cuando quiera

Al desembarcar en Barcelona, Manu trabajó al cuidado de un señor mayor y paralítico. Después de siete meses, aterrizó en la casa de una familia de Caldetes (Maresme), donde se quedó otros tres como empleado doméstico. Desempeñó las mismas tareas en diferentes hogares durante años hasta que, finalmente, consiguió los papeles de residencia en 1994. "Desde entonces respiro más tranquilo", confiesa. Continuó combinando empleos en el servicio doméstico y en la hostelería hasta que, en 2000, entró a trabajar en la cadena de cafeterías Café di Francesco, donde ha cumplido siete años de servicio. No se le ha pasado por la cabeza buscarse otro empleo. Ni siquiera volver a la electrónica. "Estoy contento con mis jefes. Además, hablo con los clientes y me divierto". Pero hay algo que no puede soportar: "Los borrachos que vienen a última hora de la noche, son muy pesados, me ponen nervioso, porque no vocalizan y no les entiendo cuando hablan", explica Manu, que habla un español muy fluido.

Manu trabaja ocho horas al día, con dos días libres a la semana. Con su novia ha tenido un hijo, que ya tiene siete años. Ella es encargada en un hotel del Eixample. En 2001, se trajo de Filipinas a sus hermanos y a su madre. La pareja tiene un piso en propiedad y se combinan los horarios para poder cuidar del pequeño, que va al colegio del Sagrado Corazón. Nada le gusta más que ver películas en casa, en familia, pasear por la playa en sus días libres y tumbarse al sol en Sitges en los meses de verano. Además de deleitarse el paladar en los restaurantes locales especializados en carnes a la brasa. "Me encanta la carne con sabor a parrilla. El arroz y la comida filipina los como cada día", dice Manu.

Antes viajaba cada año, sin falta, a Filipinas, pero ahora ya no lo encuentra necesario puesto que toda su familia ya está en Barcelona. Así que este verano Manu y su familia se quedarán aquí. Tiene un sueño, que está preparando para el verano que viene: coger tres meses de fiesta e irse a Hawaii, y después a Filipinas para ver a sus amigos. Según cuenta, la empresa en la que trabaja le permite darse voluntariamente de baja. Tras el tiempo que el empleado considere necesario, el negocio siempre le volverá a acoger, y eso es una oportunidad que Manu no quiere dejar escapar: ver mundo.

Cuenta que cuando sea mayor "y demasiado viejo para trabajar" se volverá a casa, a Laguna, donde tiene una casa y un apartamento. Ya lo tiene todo pensado: el piso de Barcelona se lo dejará a su hijo en caso de que quiera quedarse; la pareja se volverá al paraíso de las 7.107 islas filipinas y vivirá del alquiler turístico de su apartamento y "¡quién sabe!", quizá, con el dinero ahorrado, pueda disfrutar de un amplio negocio inmobiliario al lado de playas paradisíacas...

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