Cartas al director

Nuestros ríos

Algunos pueden haber olvidado las arboladas riberas de límpidas aguas de nuestros ríos de otros tiempos. Para los demás es fuente de recuerdos de mañanas de verano frescas y plácidas tardes en las que la ensoñación nos hacía volar, ya exhaustos del baño. Los más jóvenes ni siquiera las han conocido; lo que ven ahora no se parece en nada, aunque aún son recuperables. Así que no hablemos del río que conocerá la generación de los 2.500 euros. No hablemos de las ciudades ribereñas del Guadiana y Guadajira, tan unidas a sus ríos, de su previsible imagen futura: manso cauce negro pestilente y sin vi...

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Algunos pueden haber olvidado las arboladas riberas de límpidas aguas de nuestros ríos de otros tiempos. Para los demás es fuente de recuerdos de mañanas de verano frescas y plácidas tardes en las que la ensoñación nos hacía volar, ya exhaustos del baño. Los más jóvenes ni siquiera las han conocido; lo que ven ahora no se parece en nada, aunque aún son recuperables. Así que no hablemos del río que conocerá la generación de los 2.500 euros. No hablemos de las ciudades ribereñas del Guadiana y Guadajira, tan unidas a sus ríos, de su previsible imagen futura: manso cauce negro pestilente y sin vida, que haría revolver las conciencias más rígidas, en el caso de que siguiesen vivas. Y eso es lo que, según la organización Oilwatch, tomando datos de la propia industria, sucederá cuando la proyectada refinería vierta, a estos ríos, aproximadamente, dos hectómetros cúbicos anuales de agua, con residuos de hidrocarburos, fenoles, amoniaco, sulfuros y otros elementos disueltos o en suspensión, procedentes de vapor condensado, aguas de separación, purgas de torres de refrigeración y calderas, lavado, desalación del crudo, neutralización de residuos ácidos y alcalinos y otras aguas, por no hablar de la lluvia ácida. Un precio insoportable para la salvaje industrialización que se quiere imponer. Un precio que algunos anteponen al río, a la vida.

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