Reportaje:

La momia que juega al escondite

Una exposición presenta la investigación en Luxor, con amplia participación española, de la misteriosa sepultura de Monthemhat

aUna tumba enorme, un poderoso amigo de los faraones, su momia que no aparece aunque sí otros centenares de cuerpos, cámaras bajo tierra, pozos peligrosos, murciélagos que apestan. Los miles de turistas que a diario visitan el templo de Hatshepsut, en Deir el-Bahari (Luxor), ignoran que al lado del aparcamiento donde descienden de los autocares para enfilar hacia el monumento se encuentra una de las tumbas más grandes y enigmáticas de la vieja necrópolis tebana. Se trata de la tumba de Monthemhat y en ella se vive una sorprendente aventura arqueológica en la que participan científicos españole...

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aUna tumba enorme, un poderoso amigo de los faraones, su momia que no aparece aunque sí otros centenares de cuerpos, cámaras bajo tierra, pozos peligrosos, murciélagos que apestan. Los miles de turistas que a diario visitan el templo de Hatshepsut, en Deir el-Bahari (Luxor), ignoran que al lado del aparcamiento donde descienden de los autocares para enfilar hacia el monumento se encuentra una de las tumbas más grandes y enigmáticas de la vieja necrópolis tebana. Se trata de la tumba de Monthemhat y en ella se vive una sorprendente aventura arqueológica en la que participan científicos españoles.

Monthemhat es un personaje enigmático. Fue crucial en una de las fases más turbulentas y poco conocidas de Egipto, en el Tercer Periodo Intermedio. Cuarto sacerdote de Amón, alcalde de la ciudad de Tebas y gobernador del Alto Egipto, eran algunos de los innumerables títulos de este noble, que vivió a caballo entre la XXV y la XXVI dinastía (hacia 700-650 antes de Cristo). Monthemhat, miembro de una notable familia tebana, estuvo al servicio del rey Taharqa, uno de los faraones negros de la XXV dinastía, de origen nubio / cushita, y tuvo que afrontar la invasión asiria y el saqueo de Tebas por los ejércitos de Asurbanipal, aunque inexplicablemente no sólo sobrevivió, sino que salió bien parado, llegando a alguna suerte de acuerdo con los invasores que asumieron un tiempo la soberanía de Egipto. Era un hombre con capacidad de adaptación, pues luego fue uno de los prohombres que facilitaron la reunificación de Egipto de nuevo bajo un egipcio, el faraón Psamético I, y el ascenso de su dinastía, la saíta (la XXVI).

La tumba, en verdad un inmenso panteón, podría contener los restos de 500 individuos Los estudios muestran un sorprendente 4% de tumores malignos entre los cuerpos hallados

Tan sugerente personaje se hizo construir una tumba colosal, desmesurada, a la medida de sus ambiciones, en esa zona privilegiada a la vista de Deir el-Bahari, en el área de la necrópolis tebana denominada El Assasif. Y esa tumba (TT 34), con cámaras aún por explorar, profundos pozos y una población difunta que podría rondar ¡el medio millar de individuos! -toda una tropa espectral-, es tan misteriosa como el propio Monthemhat, cuya momia, además, juega al escondite con los egiptólogos, pues según éstos permanece aún oculta en la inmensa sepultura.

La tumba, que no está abierta al público, la está investigando desde 2006 una misión arqueológica alemana de la Universidad de Tubinga bajo dirección del egipcio Faraouk Gomaa y con una importante contribución española, tanto científica como de patrocinio (la empresa Altico). Una exposición muy pedagógica sobre el proyecto de excavación de la TT 34 acaba de ser inaugurada en la sede barcelonesa del Museo de Arqueología de Cataluña (MAC), cuyo laboratorio de Paleopatología colabora en la investigación. La exhibición, con grandes fotografías, de materiales faraónicos del museo similares a los de la tumba (los de allí no pueden salir de Egipto) y una cierta presentación escenográfica permite adentrarse casi físicamente en el asombroso universo de ese gran monumento que hace pensar, por sus ramificaciones y su misterio, en la más antigua tumba colectiva de los hijos de Ramsés II (KV 5) en el Valle de los Reyes.

La exposición (hasta el 30 de septiembre) la presentó el propio Gomaa y su asistente de dirección, el catalán Xavier Martínez, que dejaron traslucir la gran aventura vital que es la exploración de la tumba. Martínez explicó el conflicto con una colonia de murciélagos que se han enseñoreado durante siglos de la gran cámara funeraria a 30 metros bajo tierra y cuyas mefíticas deposiciones obligan a trabajar con máscara.

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Aunque descubierta hace tiempo, en la tumba se ha trabajado poco hasta el inicio de la actual misión. Eisenlohr realizó un desescombro parcial en 1885, Krall y Schnell se adentraron en ella y, sobre todo, en los años cuarenta y ochenta los egipcios realizaron varias campañas. En 1988, antes de que un incendio obligara a detener la excavación, se descubrió la cámara funeraria que albergaba el impresionante sarcófago antropomorfo de diorita negra de Nes-Ptah, hijo de Monthemhat (en cambio, el del propio titular de la tumba sigue sin aparecer). La tumba es extraordinariamente monumental. Tiene incluso dos pilonos exteriores, un recinto amurallado y una rampa espectacular de 70 metros que conduce a un vestíbulo y de este a una gran sala con columnas y cámaras. Después se llega a un enorme patio con más capillas y más allá a una zona subterránea con galerías, corredores y más cámaras, algunas aún sin excavar. La mayor parte de las paredes del complejo, en el que se hallan aún varias estatuas, estaban cubiertas de exquisitos textos y relieves, de los que se conserva una parte (mucho material fue robado y está en museos y colecciones privadas de todo el mundo, especialmente de EE UU). La misión actual inició sus campañas el año pasado. Ha copiado y fotografiado los relieves e inscripciones, documentado los fragmentos arqueológicos que alfombran las dependencias y ha realizado importantes trabajos de restauración y desescombro.

En la tumba se hicieron enterrar Monthemhat y su familia. Y después otras generaciones. La tumba es un panteón y hasta una necrópolis en sí misma, pues se realizaron enterramientos en épocas muy posteriores a su construcción. Es un proceso no muy claro. Lo que es un hecho es la extravagante abundancia de cuerpos, hasta ahora restos de unos 150 individuos pero evidencias de que podría haber más de 500. Hay momias, pero sobre todo restos esqueléticos (entre ellos los impresionantes, articulados, de una mujer y un niño). La abundancia de ese material está permitiendo realizar estudios sobre índices de mortalidad o enfermedades. "Encontramos muchas fracturas e infecciones, algunas heridas de espada y, lo que ha sido sorprendente, un porcentaje del 4% de tumores malignos", explica Joaquim Baxarias, del laboratorio de paleopatología del MAC.

Las esperanzas del equipo de encontrar a Montemhat están puestas en tres cámaras por excavar y en los diferentes pozos funerarios aún no investigados. "Su sarcófago no estuvo nunca en la cámara preparada al efecto, para despistar a los ladrones", señala Martínez, y no puede dejar de exhalar un profundo suspiro, ávido de jeroglíficos, momias y respuestas.

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