Reportaje:

La manada más antigua de Europa

Los caballos de retuertas sobreviven como raza única gracias a su vida en libertad en Doñana

Los caballos salvajes de retuertas tienen una vida agradable. Comen, trotan, duermen y se aparean. Y lo hacen en uno de los paisajes más bellos de España: la Reserva Biológica de Doñana, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Los investigadores de este organismo han descubierto que estos animales, integrados en el paisaje de las marismas, son un tesoro nacional: la raza de caballos más antigua de Europa que vive en libertad. Además, son únicos y no se agrupan con ninguna de las otras razas analizadas. Su estructura genética lo separa completamente de cualquier otra población.
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Los caballos salvajes de retuertas tienen una vida agradable. Comen, trotan, duermen y se aparean. Y lo hacen en uno de los paisajes más bellos de España: la Reserva Biológica de Doñana, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Los investigadores de este organismo han descubierto que estos animales, integrados en el paisaje de las marismas, son un tesoro nacional: la raza de caballos más antigua de Europa que vive en libertad. Además, son únicos y no se agrupan con ninguna de las otras razas analizadas. Su estructura genética lo separa completamente de cualquier otra población.

El nombre de retuertas alude al término con el que se conoce las zonas de contacto entre las dunas y las marismas. Ciro Rico, biólogo mexicano coautor del estudio que desvela la trascendencia de estos ejemplares, detiene el motor de su todoterreno a 500 metros de los caballos. Él ha trabajado junto a Juan Calderón, de la Estación Biológica de Doñana; José Luis Vega-Pla, del Servicio de Cría Caballar y Remonta del Ministerio de Defensa, y Amparo Martínez, de la Universidad de Córdoba.

Tras apearse del vehículo, Ciro comienza a acercarse a los ejemplares. "Cuento unos 34 y hay unos siete u ocho potros", apunta. "Ésta es una de las dos tropas que tenemos en la Reserva. La otra, con el mismo número de ejemplares más o menos, se mueve por la zona de la Laguna Santa Olalla". El avance de Ciro es silencioso. Cualquier sonido extraño podría alterar a estos animales salvajes, conocidos en la comarca por su carácter arisco e indómito.

La estrategia del científico surte efecto y consigue llegar a escasos cinco metros de la tropa que, ahora sí, ha formado una barrera de siete u ocho individuos que cortan el paso. El mexicano se sienta en el suelo. Ahora son los caballos los que se acercan a él. Paran a poco más de un metro y se hacen visibles las etiquetas amarillas en sus orejas derechas y las marcas a hierro que dibujan la cara de un lince en sus cuartos traseros: rastro de los controles a los que les somete el CSIC.

Los vecinos de las marismas del Guadalquivir molestan poco a los caballos de retuertas. Antes los usaban para labores en el campo, pero ya no hacen falta. Gracias a sus características, poco acordes con los gustos actuales, que buscan caballos bellos para usos lúdicos, se les ha vuelto a dejar en paz. Lo que ha garantizado su pureza. Los caballos han terminado por ignorar a Ciro, que sigue sentado. Pero cuando se levanta, se agitan nerviosos y trotan en dirección contraria unos metros. No muchos. Los suficientes para volver a estar tranquilos.

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