Cartas al director

'Tenía que suceder'

El martes día 24 nos despertaron las sirenas de las ambulancias. Eran, por suerte y por desgracia, casi las ocho de la mañana y aún no había mucha gente por el paseo marítimo. Cuando nos enteramos de lo sucedido, mi marido y yo nos dijimos que, tarde o temprano, tenía que suceder. Y es que siempre que viajamos en un ferry -como el que trajo a este joven y descerebrado camionero de 26 años- tenemos una desagradable visión de cómo estos "profesionales" del volante y de las carreteras se embriagaban, a su antojo y sin medida, en el bar e incluso algunos (supongo que para aguantar la...

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El martes día 24 nos despertaron las sirenas de las ambulancias. Eran, por suerte y por desgracia, casi las ocho de la mañana y aún no había mucha gente por el paseo marítimo. Cuando nos enteramos de lo sucedido, mi marido y yo nos dijimos que, tarde o temprano, tenía que suceder. Y es que siempre que viajamos en un ferry -como el que trajo a este joven y descerebrado camionero de 26 años- tenemos una desagradable visión de cómo estos "profesionales" del volante y de las carreteras se embriagaban, a su antojo y sin medida, en el bar e incluso algunos (supongo que para aguantar la borrachera) consumían algo más que alcohol, montándose una ruidosa juerga en el bar, con peleas incluidas. La impotencia y la tristeza que siento me llevan a preguntar quién es más responsable en este caso: el inconsciente chaval que consumió tres veces más de todo lo que podía teniendo en sus manos una máquina articulada de más de 10 toneladas; los camareros, responsables del servicio de bar y demás personas que trabajan en estas compañías y que he visto cómo sirven copas y copas sin ningún tipo de restricción a los que saben que al llegar a destino cogen sin temor el volante; o las autoridades que, aun sabiéndolo, no montan ningún tipo de control de alcoholemia a la salida de estos ferrys para evitar homicidios como el de la chica búlgara que la otra mañana estaba en el lugar y minuto equivocados.

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