Reportaje:

Inma se enamoró de un cliente

Presos de Córdoba convierten un trozo de su vida en poemas

Inma cogía el teléfono y se convertía en Tania, Mirella o Elisa. Contaba que era rubia, que medía un metro y sesenta centímetros, que tenía los ojos verdes... Y se ponía a disposición de la imaginación del cliente. Pero el roce (también el telefónico) hace el cariño. Y a Inmaculada Sánchez le empezó a gustar uno de aquellos hombres que todos los días se "desahogaba" con ella. Él se llamaba José y vivía en Córdoba. Inma tenía marido e hijos y residía en Barcelona. Pero se montó en una furgoneta y viajó al Sur en busca de aquella voz. "Estaba casado, tenía su vida hecha como yo y se acabó la mag...

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Inma cogía el teléfono y se convertía en Tania, Mirella o Elisa. Contaba que era rubia, que medía un metro y sesenta centímetros, que tenía los ojos verdes... Y se ponía a disposición de la imaginación del cliente. Pero el roce (también el telefónico) hace el cariño. Y a Inmaculada Sánchez le empezó a gustar uno de aquellos hombres que todos los días se "desahogaba" con ella. Él se llamaba José y vivía en Córdoba. Inma tenía marido e hijos y residía en Barcelona. Pero se montó en una furgoneta y viajó al Sur en busca de aquella voz. "Estaba casado, tenía su vida hecha como yo y se acabó la magia", recuerda ella sin un gramo de tristeza.

Aunque en esta historia no hay perdices, Inma la ha resumido en 27 versos de amor. "Destapando mis mentiras / empecé a confiar en ti / ya que mi trabajo consistía / en engañarte yo a ti". Cuando terminó de leer su poema ayer, las 50 personas que la escuchaban aplaudieron con fuerza. El recital era una de las actividades del festival Cosmopoética de Córdoba y entre el público había poetas de profesión y aficionados. Los aficionados, como Inma, eran presos de la cárcel de Córdoba, que han participado en un taller dirigido por la joven escritora Alejandra Vanessa.

Quince presos han formado parte del taller Poesía para la libertad. Ayer era su día grande. Con orgullo repartieron entre los asistentes la pequeña antología en la que se recoge un trozo de sus vidas. La de Inma; la de Manuel y los remordimientos por haberle fallado a su "Señor"; la de Diego y su "enfermedad" que le empuja a robar; la de José Antonio y el amor hacía su madre...

Y la de Goliat. Detrás de este seudónimo está un chico de veintitantos que quiere que no se sepa su nombre. "Mi novia, que también está en la cárcel, es un poco celosilla y no quiere que me apunte a los talleres porque también vienen mujeres...". Pero Goliat no entró para ligar. "Es una forma de escapar, si estás todo el día en el patio es muy pesado, sólo andas de arriba abajo". Testimonio de un inocente se llama el poema de Goliat. "El alma se me parte / si no tengo libertad", dice su texto.

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