Resurrección en San Carlos Borromeo

Un millar de personas asisten a misa en la parroquia que quiere cerrar el arzobispado

El templo abarrotado, las puertas abiertas. La una de la tarde en la parroquia de San Carlos Borromeo (Puente de Vallecas). Unas 300 personas se apelotonan en el interior de la iglesia para celebrar la misa del Domingo de Resurrección. La entrada está taponada, no cabe nadie más. La gente se abanica, se apretuja en los bancos. Fuera, los que no han podido entrar por falta de sitio, se extienden por los alrededores. Entre todos sobrepasan el millar.

La parroquia tiene una orden de cierre por parte del arzobispado de Madrid por no atenerse a las reglas eclesiásticas. Pero los tres curas d...

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El templo abarrotado, las puertas abiertas. La una de la tarde en la parroquia de San Carlos Borromeo (Puente de Vallecas). Unas 300 personas se apelotonan en el interior de la iglesia para celebrar la misa del Domingo de Resurrección. La entrada está taponada, no cabe nadie más. La gente se abanica, se apretuja en los bancos. Fuera, los que no han podido entrar por falta de sitio, se extienden por los alrededores. Entre todos sobrepasan el millar.

A la homilía acudieron personas de otros sitios de España: Burgos, Logroño y Valencia

La parroquia tiene una orden de cierre por parte del arzobispado de Madrid por no atenerse a las reglas eclesiásticas. Pero los tres curas de San Carlos Borromeo (Enrique de Castro, Javier Baeza y Pepe Díaz) dieron misa ayer como cualquier domingo, salvo porque normalmente tienen un auditorio, como mucho, de un centenar de personas. Ayer ese número se multiplicaba por 10. A duras penas consiguieron llegar al altar: por el camino la gente les besaba, les abrazaba, les daba palmadas en la espalda. "¡Ánimo, estamos con vosotros!", se oía de un lado a otro del templo.

La ceremonia empezó a la una de la tarde con los sacerdotes vestidos en vaqueros, con jerséis de pico y cazadoras. La jerarquía les critica que no lo hagan con estola y alba, pero ellos consideran que sin las vestimentas oficiales están más cerca de la gente. Durante la misa, los feligreses comulgaron con mendrugos de pan y con vino en vez de con hostias. El pan fue pasando de mano en mano en unas cestas; y el vino, Málaga Virgen, se repartió en copas.

"Hoy [por ayer] hemos venido a celebrar la resurrección de Jesús, que es expresión de júbilo, de vida y de rebeldía", expresó durante la ceremonia el cura Javier Baeza, de 39 años. Pepe Díaz, otro de los sacerdotes, de 72 años, contó: "Yo llegué aquí ya mayor, pensando que los curas evangelizaban, y, en cambio, fui yo el evangelizado por Enrique [de Castro], por las madres, por los presos. He encontrado evangelización en las putas. Creía que lo sabía todo y no sabía nada". Y advirtió: "La Iglesia oficial tiene un arma poderosa, la paciencia, el tiempo. Debemos estar preparados para lo que sea". En ese momento, Avelina González, de 82 años, "cristiana y miembro histórica del PCE", se emocionó y sacó su pañuelo del bolso.

Después de la lectura del Evangelio según San Juan donde se habla de cuando María Magdalena encuentra abierto el sepulcro donde está enterrado Jesús, los feligreses tomaron la palabra. Miembros de varias parroquias mostraron su apoyo al templo. "Somos de una parroquia de Vicálvaro...", "De otra de Cuatro Caminos...". También acudió gente de Logroño, Burgos y de Valencia. "¿Sabéis por qué estoy aquí?", comenzó una mujer, llorosa. Todo el mundo quedó en silencio. "Porque un día detuvieron a mi hijo, porque fumaba... de eso... y traficaba... de yo qué sé... Yo iba llorando por un pasillo de los juzgados cuando Enrique de Castro me vio y me dijo: '¿Por qué lloras?'. Y él se quedó conmigo para ayudarme".

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El sacerdote aludido tomó la palabra, emocionado. "La fe de Jesús ni nada ni nadie la puede acallar porque es la fe en el ser humano. Aquí acogemos a gente que da repelús a ciertos sectores económicos, políticos y religiosos. Ése es el miedo de nuestra Iglesia: el miedo al evangelio", argumentó el sacerdote, de 64 años.

Terminada la misa, los tres curas salieron fuera aclamados con un gran aplauso y con cánticos de "¡No, no, nos moverán!". Los conductores que pasaban por delante de la parroquia tocaban el claxon. La gente, en el exterior del templo, se arremolinaba alrededor de los tres sacerdotes, que apenas podían caminar.

Después hubo una multitudinaria comida en el interior de la parroquia: fabada, garbanzos y rosquillas. En el comedor de la parroquia se mezclaron indigentes con jueces. A la fiesta, por ejemplo, asistió el magistrado Arturo Beltrán, que preside la Sección Quinta de la Audiencia de Madrid. "Son mis amigos y les quiero, como les quiere mucha gente", afirmó. También pasaron el presentador de televisión El Gran Wyoming y los actores Guillermo Toledo y Alberto San Juan.

El orden de cierre de la parroquia no será efectivo hasta que el arzobispo Rouco estampe su firma en el decreto de clausura. Está previsto que lo haga durante esta semana, una vez pasada la Semana Santa. Los sacerdotes están dispuestos a dialogar con la jerarquía para dar una solución al conflicto. Pero el sacerdote De Castro advirtió: "Estamos a favor del diálogo con el obispado. Pero el diálogo no significa sometimiento, sino firmeza".

Cientos de personas siguen la misa del Domingo de Resurrección en el exterior de la parroquia de San Carlos Borromeo. .CRISTÓBAL MANUEL
Una mujer coge un mendrugo de pan durante la eucaristíaC. M.

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