En el último rincón de Arán

Parece que el mejor esquí de la temporada en Baqueira se anuncia para esta Semana Santa. Al menos eso sueñan todos los hoteles y pensiones del valle de Arán. Uno de ellos, el que regenta la familia Estrada Coll, añade al infortunio climático su emplazamiento a trasmano en el último pueblecito aranés que queda por urbanizar. Bagergue, a 1.419 metros de altitud, se ha salvado hasta ahora de la fiebre inmobiliaria gracias a su aislamiento geográfico, bajo las crestas de la Maladeta. Un lugar frío, húmedo y sin pistas de esquí... por el momento.

Seixes cumple a rajatabla las ordenanzas arqu...

Parece que el mejor esquí de la temporada en Baqueira se anuncia para esta Semana Santa. Al menos eso sueñan todos los hoteles y pensiones del valle de Arán. Uno de ellos, el que regenta la familia Estrada Coll, añade al infortunio climático su emplazamiento a trasmano en el último pueblecito aranés que queda por urbanizar. Bagergue, a 1.419 metros de altitud, se ha salvado hasta ahora de la fiebre inmobiliaria gracias a su aislamiento geográfico, bajo las crestas de la Maladeta. Un lugar frío, húmedo y sin pistas de esquí... por el momento.

Seixes cumple a rajatabla las ordenanzas arquitectónicas que igualan como belenes todas las construcciones del Naut Aran. Aupado en una ladera preponderante sobre la iglesia románica de San Félix, su planta comprende dos cuerpos de edificio bien diferenciados: el correspondiente al hotel y su anexo, relegado a hostal. Ambos revestidos de piedra decorativa y techados por una cubierta de pizarra a dos aguas. No podía esperarse menos de su paisaje interior, muy inexpresivo en la utilización de los materiales, vulgar en la selección del terrazo y reiterativo en el panelado de madera que esconde los paramentos, los techos y hasta los pilares del comedor.

Entre el hotel y el hostal, las habitaciones del primero ofrecen mayor amplitud y un tono decorativo más sobrio que, quizá, a los huéspedes del segundo puede generar cierto horror vacui. Unas se entregan a las líneas rectas, otras juegan con los tópicos de la rusticidad. Pero en ambos casos prevalece el confort de una buena calefacción, la parquedad de una iluminación basada en apliques de baja intensidad, amén de unas acendradas vistas sobre la cabecera meridional del valle de Unhola. En exceso frugal, y poco casero, el desayuno no satisface las expectativas energéticas de la clientela. Aunque esté incluido en el precio de la estancia, la tentación es salir pronto para almorzar en pistas.