Análisis:Fútbol | Tormenta en el Camp Nou

Directo a la mandíbula

Hay futbolistas que dan estilo, o cuando menos responden a una cultura de club, como Xavi e Iniesta. También se cuentan los que ayudan a formar equipo, y Deco o Márquez podrían ser un ejemplo. Existen igualmente futbolistas universales por su capacidad para desequilibrar y cambiar dinámicas en el campo y ganar dinero en las oficinas, y el círculo virtuoso del Barça se explica a partir de Ronaldinho. Y después está Eto'o, que es inclasificable, porque su razón de ser es el gol y, consecuentemente, su actuación sólo es comprensible ante el guardameta, frente a la portería, en situaciones de máxi...

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Hay futbolistas que dan estilo, o cuando menos responden a una cultura de club, como Xavi e Iniesta. También se cuentan los que ayudan a formar equipo, y Deco o Márquez podrían ser un ejemplo. Existen igualmente futbolistas universales por su capacidad para desequilibrar y cambiar dinámicas en el campo y ganar dinero en las oficinas, y el círculo virtuoso del Barça se explica a partir de Ronaldinho. Y después está Eto'o, que es inclasificable, porque su razón de ser es el gol y, consecuentemente, su actuación sólo es comprensible ante el guardameta, frente a la portería, en situaciones de máximo riesgo, momentos que no admiten mayor disyuntiva que el acierto o el fallo. Así funciona Eto'o.

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Idolatrado como ariete, se pierde en el campo como jugador de equipo y le puede la vena populista cuando alcanza la calle. Una noticia cualquiera, un rumor, por no citar a una confidencia, pueden resultar una granada en manos del camerunés. Unas veces amenaza con retirarse del partido y en otras se niega a salir al campo. Igual escupe a un rival que le tiende la mano. Puede celebrar la Liga a costa de insultar al Madrid, y pedir perdón al día siguiente, o no posar en la foto de la Supercopa conquistada por su propio equipo, y hacer ver que no pasó nada. El barcelonismo había llegado a la conclusión que si un día estallaba un conflicto de egos en el vestuario, el detonador sería Eto'o, más que nada por su capacidad para desmarcarse del mejor de los asesores [Echevarría], incapaz de diferenciar la competitividad del egoísmo.

A nadie le ha extrañado por tanto que ayer le diera un arrebato después de que tomara tila la noche anterior. Asombra, en cambio, la virulencia y la onda expansiva de su denuncia. Eto'o ha puesto en entredicho a los distintos estamentos de la entidad con tal de defender su dignidad. La intervención previa del capitán [Puyol], de los técnicos [Eusebio] y del presidente [Laporta] no evitaron que el camerunés apuntara al mismo tiempo al entrenador [Rijkaard] y a la figura [Ronaldinho], que simbolizan precisamente el éxito del Barça, y por extensión a la oposición [Rosell], como si todos formaran parte de un mismo plan cuyo fin es dejarle en fuera de juego.

Aunque parezca simplista, Eto'o ha desautorizado a Rijkaard y desacreditado a Ronaldinho, por entender que el uno es cómplice, por no decir esclavo, de los deseos del otro, que se entrena cuando le viene en gana y puede que hasta juegue a la carta. Ha dicho el camerunés que a diferencia del brasileño siempre se ha entrenado, incluso lesionado, que nunca se negó a jugar sino que necesitaba calentarse para salir a la cancha y que el vestuario está partido en dos: a un lado están los que fichó Rosell y al otro los que contrató Laporta.

Al jugador le han podido los celos, la ansiedad y la necesidad de denunciar el deterioro del vestuario a partir de su causa. A costa de revelar alguna posible verdad se niega la suya. Nadie le animó a recortar el tiempo de recuperación y suya fue la decisión de jugar en Pamplona porque quería ponerse en forma para recibir al Liverpool ante el escepticismo del técnico, que no le vio a punto y acabó por airear el intervencionismo desmesurado del jugado, que quería sobre todo imponer su jerarquía.

Eto'o entendió que Rijkaard había roto un pacto y él decidió romper el ecosistema con el que el Barça alcanzó el éxito, pues a fin de cuentas, ha negado la capacidad de Rijkaard para gestionar el vestuario, su razón de ser, y ha puesto a Laporta en una encrucijada, por su condición de valedor del técnico y del delantero centro.

Ya lo anunció Cruyff, que la tuvo en su día con Stoichkov, cuando publicó el lunes que se imponía renovar el vestuario por fin de ciclo. Un día después, parece que Eto'o le ha dado la razón.

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