Crítica:

La formación de un escritor

Hace medio siglo Caballero Bonald leía más versos y libros de versos de los que él mismo había de escribir en toda su vida: son los años de la primera madurez de un poeta que ha sido ya autor de un accésit del Premio Adonais, Las adivinaciones, y las Ediciones de Cultura Hispánica le publican otro libro en 1954, Memorias de poco tiempo.

Lo valioso de esta crítica literaria rescatada de entonces, o un poquito después, desde 1956, es que lleva a cuestas la misma fabricación de un poeta en el momento de hacerse, mientras discute con Carlos Sahagún (para respaldarlo categórica...

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Hace medio siglo Caballero Bonald leía más versos y libros de versos de los que él mismo había de escribir en toda su vida: son los años de la primera madurez de un poeta que ha sido ya autor de un accésit del Premio Adonais, Las adivinaciones, y las Ediciones de Cultura Hispánica le publican otro libro en 1954, Memorias de poco tiempo.

Lo valioso de esta crítica literaria rescatada de entonces, o un poquito después, desde 1956, es que lleva a cuestas la misma fabricación de un poeta en el momento de hacerse, mientras discute con Carlos Sahagún (para respaldarlo categóricamente) y se admira ante la independencia de Carlos Barral en su Metropolitano, o disfruta del debate teórico que el mismo Barral y Jaime Gil de Biedma proponen cuando éste traduce y prologa los ensayos de Eliot en Función de la poesía y función de la crítica.

JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD. Copias rescatadas del natural. (Años 1950-1960)

Juan Carlos Abril

Granada, (editor)

Atrio. 2006

268 páginas. 15 euros

Juan Carlos Abril ha rescatado estos artículos de crítica, que hablan claro y vivo sobre la marcha de un poeta, de las páginas de Papeles de son Armadans (estuvo con Cela allí, en Palma de Mallorca, entre 1956 y 1958), de Ínsula y de alguna gran revista colombiana, Mito, hecha por un íntimo amigo de José Manuel Caballero Bonald, el también poeta Jorge Gaitán.

Quedan ya sólo por repescar todavía algunos artículos más, un poco anteriores, publicados en Revista, de Barcelona, y en particular 'Meditaciones en torno al Canto personal', del verano de 1953, y que es uno de los más complicados y hoy reveladores documentos sobre cómo se hicieron, por dentro y por fuera, los jóvenes escritores en la brega entre lo oficial y lo extraoficial: no despreciaban ni a Luis Felipe Vivanco ni a Leopoldo Panero ni a José Luis L. Aranguren, pero se sentían mejor arrimados a Blas de Otero, a Gabriel Celaya o, desde luego, a Ángel González.

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