Cartas al director

El sexismo del oyente

Imagine el lector que se le presenta un texto de dos párrafos, el primero de los cuales reza así: En una carretera secundaria, se pinchó una rueda de mi viejo coche. Paro, abro el maletero y observo que no está el gato. Leído este párrafo, suponga que algo requiere su atención; pasa un rato y luego sigue leyendo el segundo párrafo: ¿Cómo explicar a mi hija Marta que no le traigo el gatito persa chinchilla que había prometido comprarle?

Probablemente, al leer el segundo párrafo el lector ha sentido una especie de clic en su cabeza, al haber tenido que cambiar el sig...

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Imagine el lector que se le presenta un texto de dos párrafos, el primero de los cuales reza así: En una carretera secundaria, se pinchó una rueda de mi viejo coche. Paro, abro el maletero y observo que no está el gato. Leído este párrafo, suponga que algo requiere su atención; pasa un rato y luego sigue leyendo el segundo párrafo: ¿Cómo explicar a mi hija Marta que no le traigo el gatito persa chinchilla que había prometido comprarle?

Probablemente, al leer el segundo párrafo el lector ha sentido una especie de clic en su cabeza, al haber tenido que cambiar el significado de la palabra gato. Valga este ejemplo para ilustrar el hecho de que muchas palabras tienen varios sentidos y únicamente el contexto nos permite averiguar cuál es el relevante en cada caso particular.

Veamos otro caso. En un periódico gallego leo un titular que ocupa dos líneas. La primera dice: Treinta y seis jóvenes competirán esta noche. Esta línea presenta una información parcial que espero completar al leer la línea siguiente, la cual dice así: por el título de Miss España en el Coliseo.

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Atención. Si al leer la segunda línea el lector ha experimentado en su interior un clic análogo al que antes mencioné a cuento del gato, habrá incurrido en sexismo del oyente. Porque obsérvese que la palabra jóvenes no tiene marca de sexo, ampara por igual a mujeres y a varones. Si ha habido clic es porque el jóvenes de la primera línea ha sido interpretado indebidamente como jóvenes varones, interpretación que ha debido rectificarse después.

Este fenómeno se denomina sexismo del oyente, resultando obvio que en este caso el hablante está libre de sexismo.

Pues bien: muchas oyentes acusan de sexismo a muchos hablantes porque ellas interpretan como sexistas expresiones que no lo son. En tales casos, quienes son sexistas son las acusadoras y no los acusados.

De manera que, quien se considere libre de sexismo del oyente que tire la primera piedra contra el presunto sexismo del hablante.

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