Crítica:

Cuando llega la muerte blanca

En 1995, José Cardoso Pires (1925-1998) sufre una isquemia cerebral que le ocasiona pérdida de la memoria y severos problemas en los centros cerebrales del habla y la escritura. De aquella experiencia, de ese recorrido por la niebla de la "muerte blanca" nace De profundis, un relato testimonial entre los recuerdos perdidos y recuperados que nos conduce al abismo de la disolución de la identidad y la sombra de la desmemoria.

Cardoso Pires, autor de una Lisboa de ficción tan viva y personal como la de Cesário Verde o Fernando Pessoa, y uno de los prosistas más trascendentales de la...

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En 1995, José Cardoso Pires (1925-1998) sufre una isquemia cerebral que le ocasiona pérdida de la memoria y severos problemas en los centros cerebrales del habla y la escritura. De aquella experiencia, de ese recorrido por la niebla de la "muerte blanca" nace De profundis, un relato testimonial entre los recuerdos perdidos y recuperados que nos conduce al abismo de la disolución de la identidad y la sombra de la desmemoria.

Cardoso Pires, autor de una Lisboa de ficción tan viva y personal como la de Cesário Verde o Fernando Pessoa, y uno de los prosistas más trascendentales de la segunda mitad del siglo XX en Portugal, ha pasado a la historia literaria por superar los últimos tópicos del neorrealismo a través de una obra que armoniza un compromiso social sin ataduras ideológicas con un riguroso dominio del lenguaje. Su preocupación por la identidad, individual o colectiva, está presente en buena parte de su narrativa, desde títulos como El delfín (1968), Balada de la playa de los perros (1983) o Alexandra Alpha (1987).

DE PROFUNDIS

José Cardoso Pires

Prólogo de João Lobo Antunes

Traducción de

Carlos Manzano

Libros del Asteroide

Barcelona, 2006

57 páginas. 11,95 euros

De profundis sitúa la acción

de su "vals lento" en el interior del lisboeta Hospital de Santa María, que se convierte en la morada de las peregrinaciones del autor por pasillos, cuartos y consultas. Asistimos con él a un viaje desgarrador a través de la intensidad del sufrimiento, atenuada por un concepto del olvido que se sitúa a medio camino entre la condena y el bálsamo. Se trata de un magnífico relato afilado como un bisturí y con las dosis adecuadas de esa ironía que concede el haber visitado las antesalas de la muerte, en el que la incomunicación se transforma en una densa bruma que confunde la vida con un historial clínico: "Mi yo se transformó bruscamente allí en otro alguien, en otro personaje menos inmediato y menos concreto".

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