Cartas al director

Mi colegio

Aprovecha Jordi Gracia en Babelia su crítica al libro Mi colegio, de Luis Antonio Villena, para poner verde al colegio del Pilar. Menos mal que es honrado: reconoce que su antipatía por este centro es tan atávica e irracional como racionalmente fundada. Contradicción tan difícil de entender como lo de horno infernal, mundo del pleistoceno pedagógico e ideológico y espanto y necrosis (sic), referido todo ello a un colegio que no fue precisamente férreo intérprete del nacional catolicismo.

Probablemente, Villena hubiera sufrido tanto o más en cualquier otro colegio, p...

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Aprovecha Jordi Gracia en Babelia su crítica al libro Mi colegio, de Luis Antonio Villena, para poner verde al colegio del Pilar. Menos mal que es honrado: reconoce que su antipatía por este centro es tan atávica e irracional como racionalmente fundada. Contradicción tan difícil de entender como lo de horno infernal, mundo del pleistoceno pedagógico e ideológico y espanto y necrosis (sic), referido todo ello a un colegio que no fue precisamente férreo intérprete del nacional catolicismo.

Probablemente, Villena hubiera sufrido tanto o más en cualquier otro colegio, pues los niños son siempre igual de canallas, y la sensibilidad social de la época no era la actual. Por el contrario, cuando uno encuentra entre los antiguos alumnos del Pilar nombres tan distintos y distantes entre sí como Cebrián, Ansón, Solana, Aznar, Rubalcaba, De Cuenca, Lissavetzsky, Savater, Ussía, Fernández Ordóñez, Chávarri o Bardem -y no sigo por no aburrir- hay que concluir que ni su atmósfera era tan sofocante ni nos moldeaba a todos con el mismo troquel. Y acabo con una precisión final: lo de caballeritos pilaristas, que tanto le irrita a Gracia, es una horterada y una gilipollez. Pero estudié 11 años en aquel colegio -por cierto, buen colegio- y, ni lo vi escrito nunca, ni jamás nadie me llamó así.

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