Tribuna:Revuelta en Oaxaca

Una batalla arquetípica

Oaxaca, uno de los Estados más hermosos de México, se ha convertido, súbitamente, en una colección infernal de fotografías, donde aparecen barricadas, coches en llamas, viudas llorosas, hombres heridos de bala y todos los componentes iconográficos de una revuelta. Las imágenes son tan explícitas, tan poderosas, que ya no hace falta leer la noticia para enterarse de lo que está pasando, es más, estas imágenes tienen tanta historia detrás que resultaría imposible explicarla cabalmente en una página de periódico, porque lo que nos cuentan no es nada más que el enfrentamiento entre la APPO y las h...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Oaxaca, uno de los Estados más hermosos de México, se ha convertido, súbitamente, en una colección infernal de fotografías, donde aparecen barricadas, coches en llamas, viudas llorosas, hombres heridos de bala y todos los componentes iconográficos de una revuelta. Las imágenes son tan explícitas, tan poderosas, que ya no hace falta leer la noticia para enterarse de lo que está pasando, es más, estas imágenes tienen tanta historia detrás que resultaría imposible explicarla cabalmente en una página de periódico, porque lo que nos cuentan no es nada más que el enfrentamiento entre la APPO y las huestes del gobernador Ulises Ruiz, con todas sus complicaciones, diversificaciones y subtramas; lo que en realidad vemos en estas imágenes es la batalla arquetípica latinoamericana, donde una mayoría de pobres, casi siempre indígenas, se rebela ante un Gobierno que lleva décadas abusando de ellos; lo que de verdad contienen estas fotografías son los signos de descomposición de un país de 100 millones de habitantes que tiene 40 millones de pobres y, como contraparte, cuenta con 11 multimillonarios que aparecen en la lista que cada año publica la revista Forbes.

Las imágenes son tan explícitas, tan poderosas, que ya no hace falta leer la noticia
Más información

La situación de Oaxaca, esa ristra horrible de imágenes que se agrava todos los días, es parte del gran final del Gobierno de Vicente Fox, que se ha distinguido por sus desaciertos a la hora de lidiar con el México bronco, o peor: a la hora en que lo que se impone es gobernar. A la recta final de la trama presidencial, que empezó con las elecciones y las protestas multitudinarias comandadas por López Obrador, se añade la pésima gestión del conflicto de Oaxaca, donde al parecer la estrategia general fue ignorar el conflicto.

Ahora estamos frente al siguiente capítulo de este gran final que es, y esto en clave mexicana provoca escalofríos, el envío de tropas a Oaxaca para resolver el entuerto. Aunque la situación, y el casting, son distintos, no está de más tener presente lo que pasó en Chiapas, en 1994, cuando al entonces presidente Salinas de Gortari le estalló el sexenio en el corazón de la selva Lacandona, con la aparición de los zapatistas: el presidente mandó al Ejército y de lo que pasó en la selva, que según los que estuvieron ahí fue muy gordo, poco o nada supimos.

Lo mínimo que se espera del presidente Fox es que conduzca con responsabilidad a sus soldados. De cualquier forma, echar mano de las fuerzas federales para resolver un conflicto es una solución extrema que entraña siempre un fracaso, el fracaso del diálogo y de la negociación que son las armas con que el Gobierno de Fox debió aplicarse a fondo antes de enviar a sus tropas.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Jordi Soler es escritor mexicano, autor de Los rojos de ultramar.

Archivado En