Crítica:

Tomadura de pelo

En principio, nadie debe acercarse a una película como Serpientes en el avión sin haberse quitado antes el mono de trabajo de la seriedad. Desde luego, no se trata de una cinta que vaya mucho más allá de su título. Hay un avión, hay serpientes y éstas atacan a los pasajeros. Punto.

El problema es que, aun despojándonos del disfraz de crítico y abrazando las palomitas y el refresco para intentar pasar un buen rato, la película sigue siendo una basura. Y ése es un problema más gordo. Sobre todo teniendo en cuenta que no hablamos de una producción de bajo presupuesto realizada por u...

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En principio, nadie debe acercarse a una película como Serpientes en el avión sin haberse quitado antes el mono de trabajo de la seriedad. Desde luego, no se trata de una cinta que vaya mucho más allá de su título. Hay un avión, hay serpientes y éstas atacan a los pasajeros. Punto.

El problema es que, aun despojándonos del disfraz de crítico y abrazando las palomitas y el refresco para intentar pasar un buen rato, la película sigue siendo una basura. Y ése es un problema más gordo. Sobre todo teniendo en cuenta que no hablamos de una producción de bajo presupuesto realizada por unos cuantos jóvenes con ganas de marcha. Estamos ante una película de 33 millones de dólares, protagonizada por una estrella (a la baja) de Hollywood, Samuel L. Jackson, y dirigida por un veterano director de segunda unidad (es decir, algo así como el empleado de una cadena de montaje que filma las secuencias con el molde ya hecho), David R. Ellis (53 años), al que hace poco que los estudios han dado la oportunidad de ponerse al mando de las operaciones.

SERPIENTES EN EL AVIÓN

Dirección: David R. Ellis. Intérpretes: Samuel L. Jackson, Julianna Margulies, Nathan Philips, Elsa Pataky. Género: acción terrorífica. EE UU, 2006. Duración: 95 minutos.

Que un guión como éste haya terminado siendo filmado no es más que una muestra de cómo una parte de Hollywood trata a sus espectadores. Serpientes en el avión es la negación de las más elementales reglas del cine y su primer cuarto de hora (el único que no se ambienta en los aires), el vivo ejemplo de cómo mentir a la audiencia a cada minuto y tomarla simplemente por imbécil. Por cierto, Elsa Pataky, que debuta en Estados Unidos, tiene el duodécimo papel en orden de importancia, dice apenas ocho frases, suelta un par de gritos y no sale especialmente guapa.

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