Editorial:

Un juego peligroso

A falta de otra presencia internacional relevante, el régimen estalinista de Corea del Norte se especializa en sobresaltar regularmente al mundo con el anuncio o ejecución de sus capacidades militares. Viene sucediendo con mayor frecuencia desde que se vio forzado a admitir en 2003 que trabajaba en un programa atómico secreto. En julio pasado probó sin fortuna un cohete que le permitiría alcanzar Alaska. Y esta semana ha dado cuenta de que planea ensayar su primera bomba atómica.

Al margen de las intenciones reales norcoreanas, el anuncio de Pyongyang ha sido recibido con alarma desde E...

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A falta de otra presencia internacional relevante, el régimen estalinista de Corea del Norte se especializa en sobresaltar regularmente al mundo con el anuncio o ejecución de sus capacidades militares. Viene sucediendo con mayor frecuencia desde que se vio forzado a admitir en 2003 que trabajaba en un programa atómico secreto. En julio pasado probó sin fortuna un cohete que le permitiría alcanzar Alaska. Y esta semana ha dado cuenta de que planea ensayar su primera bomba atómica.

Al margen de las intenciones reales norcoreanas, el anuncio de Pyongyang ha sido recibido con alarma desde Estados Unidos a Pekín, y sobre todo en Japón y Corea del Sur, los dos vecinos que más tienen que temer de las veleidades armamentistas del excéntrico Kim Jong Il. La posición de China en la nueva crisis resulta clave, no sólo porque es el principal apoyo político y económico del dictador; también es su canal diplomático exclusivo y anfitrión de las interrumpidas conversaciones a seis para intentar canalizar las ambiciones atómicas norcoreanas. En este sentido, el último gesto de Pyongyang irrumpe en el inminente viaje del nuevo primer ministro japonés a Pekín.

Desde sus lanzamientos balísticos de este verano, las relaciones de Corea del Norte con el mundo exterior, ya muy tocadas por la retirada hace casi un año del diálogo para frenar su programa nuclear, se han vuelto todavía más tensas. El régimen comunista suele hacer oír su voz en medio de crisis que puedan amplificarla. En este caso, no parece ajeno a su amenaza el toma y daca occidental con Irán sobre asunto similar, como tampoco la proximidad de las elecciones legislativas estadounidenses de noviembre. Pero Pyongyang afirma que su decisión está motivada por la hostilidad de EE UU y el mantenimiento de las sanciones financieras decretadas por Bush hace un año, críticas para una economía tan medieval como la norcoreana.

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El lado más inquietante del anuncio norcoreano atañe obviamente a su capacidad nuclear real, proclamada a los cuatro vientos el año pasado. Los expertos consideran que Corea del Norte tiene probablemente suficiente combustible para un puñado de bombas atómicas. Pero nadie hasta ahora ha creído que domine la tecnología para fabricarlas y montarlas en la ojiva de un misil. El ensayo con que amenaza Pyongyang, cuyos preparativos parecían ayer avalar los satélites estadounidenses, supondría un jarro de agua helada sobre las especulaciones occidentales. Y añadiría un factor de peligro extremo para la estabilidad general, y de Asia en particular, sobre el que Washington no permanecería de brazos cruzados.

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