Un aperitivo de 300 euros

Aperitivo en La Latina un domingo al mediodía. Cristina Rosselló toma el sol en la plaza de San Andrés, como tantos otros jóvenes. Ella y sus cuatro amigos comparten una litrona. Unos policías municipales les piden la documentación, pero Cristina no le da mayor importancia.

Un año más tarde, una carta de la Agencia Antidroga llega a la casa de sus padres en Palma de Mallorca. "Fue surrealista. Todo el mundo hacía lo mismo que nosotros. Había gente fumando porros, pero mis amigos y yo fuimos los únicos multados", se queja. La carta dejaba dos opciones a Cristina: pagar 300 ...

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Aperitivo en La Latina un domingo al mediodía. Cristina Rosselló toma el sol en la plaza de San Andrés, como tantos otros jóvenes. Ella y sus cuatro amigos comparten una litrona. Unos policías municipales les piden la documentación, pero Cristina no le da mayor importancia.

Un año más tarde, una carta de la Agencia Antidroga llega a la casa de sus padres en Palma de Mallorca. "Fue surrealista. Todo el mundo hacía lo mismo que nosotros. Había gente fumando porros, pero mis amigos y yo fuimos los únicos multados", se queja. La carta dejaba dos opciones a Cristina: pagar 300 euros o asistir durante un fin de semana a un cursillo de la agencia sobre el consumo de alcohol. Cristina, de 24 años, optó por la segunda.

Pidió la tarde libre en la productora donde trabaja, pero sin mucha suerte. Llegó media hora tarde al curso y no la dejaron entrar. Las dos posibilidades se redujeron a una y finalmente no le quedó más remedio que pagar 300 euros por una mañana de aperitivo en La Latina.

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