Cartas al director

Ya no hay guerras, sólo conflictos sostenidos

El fracaso de la reciente operación militar israelí en Líbano y los réditos que de ella ha sacado Hezbolá en primera instancia se ajustan como un guante al esquema que el general británico Rupert Smith describe y analiza en su libro The utility of force (Londres, 2005). Según la tesis de este militar, comandante de la división acorazada británica en la primera guerra del Golfo y posteriormente segundo en el Comando Supremo Aliado de la OTAN, los ejércitos siguen aplicando paradigmas de la guerra industrial a esquemas que, en realidad, se corresponden con lo que él define como "guerras e...

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El fracaso de la reciente operación militar israelí en Líbano y los réditos que de ella ha sacado Hezbolá en primera instancia se ajustan como un guante al esquema que el general británico Rupert Smith describe y analiza en su libro The utility of force (Londres, 2005). Según la tesis de este militar, comandante de la división acorazada británica en la primera guerra del Golfo y posteriormente segundo en el Comando Supremo Aliado de la OTAN, los ejércitos siguen aplicando paradigmas de la guerra industrial a esquemas que, en realidad, se corresponden con lo que él define como "guerras entre la población". Dicho de otra manera, y resumiendo más allá de lo razonable, ya no hay guerras entre ejércitos, sólo conflictos sostenidos que tienen objetivos estratégicos de carácter político que van más allá.

Éste es clarísimamente el presente caso: una operación que se anunciaba destinada al fracaso desde el origen (The Economist, 5 agosto). Me sorprende que este hecho se le escape al profesor Joan B. Culla ("Ya no hay guerras de seis días", 23 de agosto de 2006), cuando señala que Hezbolá se parapeta en la población civil para lanzar sus misiles. Sus puntualizaciones responden, precisamente, al esquema de guerra industrial que, con la única salvedad de la Guerra de los Seis Dias, no se ha dado desde el final de la II Guerra Mundial (la denominada guerra fría respondía evidentemente a otro esquema).

Hezbolá no ha hecho sino utilizar, adaptándolo, el método de combate característico desde la segunda mitad del siglo XX, en concreto desde la guerra de Corea, y al que convendría que periodistas y estudiosos se fueran habituando. Se ganaría en perspectiva y, de paso, nos ahorraríamos algunas salmodias más o menos moralizantes que no tienen en cuenta que cualquier forma de guerra es censurable, sea o no con uso de la población civil.

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Es de lamentar que la panochez del antimilitarismo visceral que ronda por este país haga que libros de análisis como el del general Smith sean no sólo desconocidos sino incluso inasequibles en España.

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