Detenido un ladrón que drogaba a turistas japoneses para desvalijarles en sus hoteles

La Policía Municipal lo arrestó cuando sacaba dinero de un cajero con una tarjeta sustraída

Meses de mucha investigación y bastante pericia policial han permitido la detención de un supuesto ladrón, de 56 años, especializado en robar a turistas japoneses que pasaban cortas temporadas de tiempo en la capital. El marroquí Alí el Jamali siempre actuaba de la misma forma. Se ganaba la confianza de sus víctimas, a los que invitaba a tomar copas. Después los drogaba y les acompañaba a los hoteles, donde se apoderaba de todos los objetos de valor que habían traído. Los investigadores desconocen el número de víctimas a las que ha atacado El Jamali.

El detenido fue presentado en la com...

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Meses de mucha investigación y bastante pericia policial han permitido la detención de un supuesto ladrón, de 56 años, especializado en robar a turistas japoneses que pasaban cortas temporadas de tiempo en la capital. El marroquí Alí el Jamali siempre actuaba de la misma forma. Se ganaba la confianza de sus víctimas, a los que invitaba a tomar copas. Después los drogaba y les acompañaba a los hoteles, donde se apoderaba de todos los objetos de valor que habían traído. Los investigadores desconocen el número de víctimas a las que ha atacado El Jamali.

El detenido fue presentado en la comisaría del Cuerpo Nacional de Policía del distrito de Arganzuela, después de que fuera arrestado por agentes de la Policía Municipal dentro de la llamada Operación Japón. Ésta consiste en la vigilancia preventiva de los enclaves y recorridos turísticos.

La forma de actuar del supuesto ladrón siempre era la misma. Se habían producido reiterados robos a turistas, principalmente de origen japonés. Para ello, El Jamali siempre se ganaba la confianza de sus víctimas. Acudía a los lugares frecuentados por estos visitantes. Se solía acercar a los que viajaban solos e intentaba hablar con ellos. Después acudían a tomar algo en bares de copas. En otras ocasiones, contactaba con ellos en la vía pública y les invitaba a comer y a beber. Compraban alimentos en establecimientos de la zona Centro y se iban a consumirlos en la vía pública, según fuentes judiciales.

En un momento de descuido, el detenido les echaba un narcótico en la bebida, sin que su víctima se percatara de sus movimientos. El turista comenzaba a sentirse mal. Sufría mareos, vómitos y fuertes dolores de cabeza. Ante este malestar, el marroquí se ofrecía muy amablemente a acompañarlos al hotel. En la mayoría de los casos, ya se había preocupado de ver en qué establecimiento se hospedaba y cuál era su número de habitación.

Narcotizados

Al llegar al hotel, decía a los recepcionistas que venía acompañando al enfermo y que subía con él a la habitación. Esto no levantaba ninguna sospecha entre el personal del hotel. El turista, ajeno a los espurios intereses del presunto ladrón, se dejaba acompañar a la habitación. Una vez dentro, solían caer dormidos por efecto del narcótico suministrado, por lo que El Jamali podía trabajar, supuestamente, a sus anchas. Siempre les arrebataba el dinero en efectivo, la documentación, las tarjetas de crédito, las cámaras fotográficas y de vídeo y todo tipo de objetos de valor, según fuentes judiciales.

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A la mañana siguiente, el turista se encontraba con la desagradable sorpresa de que no tenía nada en su poder. Las descripciones facilitadas por las víctimas eran prácticamente idénticas. Se trataba de un hombre de complexión gruesa, de 1,75 metros de estatura, de entre 55 y 65 años, con apariencia de turista extranjero.

Los policías municipales decidieron montar un dispositivo de vigilancia ya que siempre actuaba en los hoteles del distrito Centro. Las pesquisas dieron sus resultados hace unos días, cuando dos agentes observaron a un hombre que correspondía a la descripción hecha por las víctimas sacando dinero de un cajero automático del BSCH en el número 3 de la glorieta de Embajadores. Después accedió a otro cajero del BBVA y de Banesto.

Acto seguido, se marchó de la glorieta y se refugió en una zona de obras cercana. Los policías observaron cómo El Jamali se escondía algo en la zona genital. Los agentes decidieron cachearle, después de mostrar sus placas y carnés profesionales. Así recuperaron dos tarjetas de crédito que figuraban a nombre de un turista japonés llamado Naoki Uchiyama. Fue conducido a la cercana comisaría de Arganzuela.

Según la información facilitada por la Embajada de Japón en Madrid a la oficina central de atención al ciudadano de la Policía Municipal, ciudadanos japoneses han sufrido numerosos delitos en los que el autor coincide con El Jamali.

El último robo que se le imputa ocurrió el pasado 18 de julio. Determinante en su identificación fue una gorra beis de la marca Ralf Lauren con la leyenda "Polo" en la parte posterior. Fue uno de los detalles que dio la víctima de ese asalto, según fuentes del caso.

En el momento de su detención, El Jamali llevaba 1.863 euros y 5.000 yenes en efectivo, seis talonarios de cheques de viaje de American Express, dos tarjetas Master Card, una hoja manuscrita con los números PIN y dos teléfonos móviles. Uno de ellos con la tarjeta de una compañía asiática de telefonía.

1.500 euros en cuatro días

El turismo japonés está desembarcando poco a poco en la capital, tras un lustro en el que los visitantes nipones apostaron por destinos más seguros. Calles muy frecuentadas por estos visitantes como la Gran Vía o el paseo del Prado eran utilizadas por los atracadores para golpearles y estrangularles. Cuando el inocente turista quedaba semiinconsciente, los amantes de lo ajeno se apoderaban de todos los efectos de valor. Videocámaras, tarjetas de crédito y, sobre todo, los pasaportes eran los objetos más codiciados: se cotizan a alto precio en el mercado negro.

El problema es que esa ausencia de turistas se dejó sentir en el sector de la restauración y de los hoteles. El visitante japonés es de los que más dinero se dejaba en Madrid. Siempre se alojaba en establecimientos de cuatro o cinco estrellas. Además, no dudaban en gastarse dinero en espectáculos de flamenco o en compras de todo tipo de recuerdos. El tener una divisa tan alta, unido a un altísimo poder adquisitivo, les permitía dejarse unos 1.500 euros de media en los tres o cuatro días que solían pasar en la capital.

La sangría de turistas tuvo una respuesta rápida por parte de las administraciones públicas. La Delegación del Gobierno en Madrid y el Ayuntamiento tomaron cartas en el asunto. De esta forma, un dispositivo conjunto entre la Jefatura Superior de Policía y la Policía Municipal mantenía continuamente vigilados a los turistas japoneses.

Así, era frecuente ver cómo los autobuses de los visitantes salían escoltados del aeropuerto de Barajas y hasta la llegada a sus hoteles. Los policías esperaban a que los equipajes entraran a la recepción, ya que muchas veces los ladrones robaban las maletas al descuido y dejaban a los turistas sin sus objetos personales.

La vigilancia también se centraba en sus visitas. Muchas veces los agentes pasaban inadvertidos para los turistas, ya que iban de paisano con el único fin de atrapar a los ladrones. Los museos y los restaurantes frecuentados por las expediciones niponas eran los lugares más vigilados.

Estas medidas han tenido su respuesta inmediata. En el último año, los delitos contra los turistas japoneses se han reducido un 28% -los atracos más violentos han bajado un 86%-. Esto ha tenido un efecto inmediato. Entre enero y abril de este año, han visitado la ciudad 56.000 japoneses, un 33% más que en el mismo periodo de 2005. El Ayuntamiento cree que alcanzará a final de año los 160.000 turistas, casi tanto como a finales de los años noventa, antes del desplome del turismo.

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