Crítica:

Matar al presidente

El cine estadounidense suele acudir de forma recurrente a la figura del presidente del país, a su política interior y exterior, a su cotidianidad e incluso a su vida sexual como materia prima argumental para sus películas. La sombra de la sospecha, ambientada en el marco del servicio secreto del mandatario y con ramificaciones en la existencia de su círculo más privado, es la última en llegar, una entretenida película con el punto de mira puesto en la comercialidad.

Clark Johnson, su director, acostumbrado a ligeros productos de acción como SWAT (2003), pero también a la ...

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El cine estadounidense suele acudir de forma recurrente a la figura del presidente del país, a su política interior y exterior, a su cotidianidad e incluso a su vida sexual como materia prima argumental para sus películas. La sombra de la sospecha, ambientada en el marco del servicio secreto del mandatario y con ramificaciones en la existencia de su círculo más privado, es la última en llegar, una entretenida película con el punto de mira puesto en la comercialidad.

Clark Johnson, su director, acostumbrado a ligeros productos de acción como SWAT (2003), pero también a la altura dramática de series como Canción triste de Hill Street o El ala Oeste..., de las que ha realizado diversos episodios, configura una cinta que, narrativamente, acude al motivo argumental clásico del falso culpable para presidir su trama: un complot para matar al presidente. Para ello, el joven escritor George Nolfi (Ocean's twelve) utiliza con talento dispar dos recursos típicos. Primero, la trama secundaria que conoce el espectador, pero no la mayoría de personajes, elemento de suspense que permite dirigir las miradas hacia un determinado protagonista que se convierte en blanco perfecto por su más que probable culpabilidad. Y en segundo lugar, la importancia relativa de las motivaciones contenidas en el eje central de la acción, el llamado mcguffin: por qué alguien quiere matar al presidente pasa a ser casi lo de menos en beneficio del mito del falso culpable. La primera de las técnicas está desarrollada de forma mucho más efectiva que la segunda. Y es que una cosa es el elemento de despiste en sí, y otra, que se obvie casi por completo su credibilidad final. Además, director y guionista abusan de la truculencia al resolver ciertas secuencias comandadas por el suspense.

LA SOMBRA DE LA SOSPECHA

Dirección: Clark Johnson. Intérpretes: Michael Douglas, Kiefer Sutherland, Kim Basinger, Eva Longoria. Género: thriller. EE UU, 2006. Duración: 108 minutos.

Con un reparto cargado de carisma, La sombra de la sospecha parece un producto destinado al gran público al que se le han añadido las necesarias gotas de hondura dramática para que el cinéfilo un poco más exigente no salga espantado del cine.

Kiefer Sutherland (izquierda) y Michael Douglas, en La sombra de la sospecha.AP
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