Columna

Guerra sucia en México

El pueblo mexicano ha cumplido. La clase política, no, como ha escrito René Delgado, director del diario Reforma. Al primero correspondía votar y lo ha hecho en número apreciable. A la segunda, la preparación, desarrollo y culminación del proceso para la consolidación de la democracia. Muchos observadores concluyen que las segundas elecciones presidenciales democráticas de la historia del país en las que, aparentemente, ha vencido el candidato derechista Felipe Calderón (PAN), no han sido positivas para nadie. Por ello, las elecciones aún no han terminado.

De aquí a la asunción f...

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El pueblo mexicano ha cumplido. La clase política, no, como ha escrito René Delgado, director del diario Reforma. Al primero correspondía votar y lo ha hecho en número apreciable. A la segunda, la preparación, desarrollo y culminación del proceso para la consolidación de la democracia. Muchos observadores concluyen que las segundas elecciones presidenciales democráticas de la historia del país en las que, aparentemente, ha vencido el candidato derechista Felipe Calderón (PAN), no han sido positivas para nadie. Por ello, las elecciones aún no han terminado.

De aquí a la asunción formal de la presidencia hacia fin de año México puede vivir días de agitación e incertidumbre. De un lado, la impugnación de las elecciones del candidato formalmente derrotado, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) del PRD, deberá hacer su camino hasta el Supremo que habrá de decir la última palabra; pero, de otro, lo que ocurra en la calle determinará mucha de la realidad política inmediata. En esos meses sabremos si AMLO ha sido sólo un candidato o aspira a convertirse en un líder social.

Si ha sido sólo un candidato, como lo fue el anterior jefe del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones de 1988, la agitación no pasará de política y se agotará con el pronunciamiento del Supremo; y el mantenimiento de AMLO al frente de la oposición quedará fácilmente en interrogante. Si, en cambio, va a por la jefatura del México de los desfavorecidos se verá obligado a hacer buenas sus palabras y llevar adelante su propio programa de cuatro puntos, todos ellos fuertemente inflamables: 1) Organizar miles de marchas y caravanas desde todos los distritos electorales hasta Ciudad de México; 2) Llevar a cabo una marcha monstruo por la democracia el 16 de julio, domingo, desde el Museo de Zoología a la plaza de las Tres Culturas; 3) Formar comités de difusión para propagar los objetivos de su lucha; y 4) Tocarse, como en un escenario, con el moño tricolor del que ya se hizo uso cuando hace un año el Gobierno panista del presidente Fox quiso desaforarlo para que no pudiera ser candidato. Un programa mucho más para durar que sólo para protestar.

¿Hay probabilidades de que se revoque la victoria del candidato del PAN? Los principales comentaristas lo consideran difícil, aunque no imposible. En la península de Yucatán, el mezzogiorno mexicano, ha habido miles de casillas (mesas electorales) donde ha votado con una fidelidad que va más allá de la muerte un 101% del censo, y arqueos que daban una gran ventaja a Calderón, en una parte del país claramente perredista, y donde el índice de afluencia al voto apenas debía superar el 60%. Y como el triunfo del derechista ha sido sólo de medio punto, todas esas irregularidades proyectan una sombra sobre la legitimidad del mismo.

La situación hasta la jura del próximo presidente, sea el que fuere, pediría, sin embargo, una negociación entre vencedor y vencido sobre proyectos legislativos, gobernabilidad y pacificación de los espíritus para que el sexenio que viene sea más rico de realizaciones que el de Fox, que, pese a todo, ha sido el de la apertura democrática. Otra posibilidad sería la de que el presidente electo, ignorando al PRD, tratara de entenderse con el tercero en discordia, el PRI, cuyo candidato, Roberto Madrazo, apenas superó el 20% de votos, pero que había gobernado el país autoritariamente desde 1928 hasta fin de siglo. Ya hizo otro tanto el priísta Carlos Salinas de Gortari en 1988 dirigiéndose al tercero, que entonces fue el PAN, contra el PRD, para consolar una victoria que todo el mundo calificó de mayor o menor pucherazo. Pero esa receta podría exacerbar a AMLO hacia la insurrección civil.

Después de las elecciones del domingo pasado hay dos México en el mapa: un Norte panista y un Sur perredista. A los políticos corresponde ahora hacer que vuelva a haber sólo uno; pero los movimientos de ambos contendientes no abonan esa necesidad. Por ello, como dice el analista mexicano Roberto Zamarripa, las congratulaciones son prematuras. Para felicitar siempre hay tiempo.

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