Crítica:

La edad de la ignorancia

Lo mejor que se puede decir de la política estadounidense cuando se apuntó al choque de civilizaciones (incluso, al choque entre religiones) es que ha regresado a la edad de la ignorancia. Pero quién no ha vivido en esa edad cuando se trata del islam. Cuatrocientos años después de la entrada en escena de Mahoma, incluso después de la primera cruzada, no había en Occidente ninguna traducción del Corán, y persistían los juicios sobre el profeta como impostor, endemoniado, anticristo..., o leyendas como que el Corán le había sido enseñado por un monje cristiano al que luego asesinó....

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Lo mejor que se puede decir de la política estadounidense cuando se apuntó al choque de civilizaciones (incluso, al choque entre religiones) es que ha regresado a la edad de la ignorancia. Pero quién no ha vivido en esa edad cuando se trata del islam. Cuatrocientos años después de la entrada en escena de Mahoma, incluso después de la primera cruzada, no había en Occidente ninguna traducción del Corán, y persistían los juicios sobre el profeta como impostor, endemoniado, anticristo..., o leyendas como que el Corán le había sido enseñado por un monje cristiano al que luego asesinó. Todavía en 1530, cuando el islamismo está a las puertas de Viena y a punto de conquistar Budapest, el papa Clemente VII, nada menos que todo un Medici, ordena quemar el texto árabe del Corán justo después de su publicación en Venecia, y a esta ciudad-Estado se la conocía entonces como "la fulana de los turcos" por colaborar con el Imperio otomano. Bien es verdad que, hoguera por hoguera, aquel Papa también ordenó por la misma fecha la caza del monje Martin Lutero, para quemarlo vivo.

EL ISLAM. Historia, presente, futuro

Hans Küng

Traducción de José M. Lozano Gotor y Juan A. Conde Gómez

Trotta. Madrid, 2006

847 páginas. 48 euros

Resultaba fácil, resulta toda-

vía, contraponer a esta imagen distorsionada la imagen ideal del cristianismo como religión de amor y templanza. Fue una pena la ignorancia de Voltaire sobre el islam, especialmente sobre Mahoma -como demostró en su bobalicona tragedia Mahomet, de 1741-, porque habría venido bien que tan tolerante ilustrado hubiese hecho el recuento de la crueldad de ambas religiones, para comparar...

(como se sabe, el autor de Cándido cifró en doce millones los muertos causados hasta entonces por el cristianismo con sus guerras, cruzadas e inquisiciones).

¿Y los españoles, cómo ven el islam? Tras la batalla junto al río Guadalete, en 711, la mayor parte de España permanece durante casi ocho siglos bajo dominio de los moros (musulmanes de origen arábigo-bereber), y el pueblo se hace musulmán, en su mayoría por las buenas, porque el cristianismo, con excepciones, se apaga entonces como una lámpara que se queda sin aceite. Ortega se sorprendía de que pudiera llamarse reconquista -¡la Reconquista!- a las batallas que expulsaron a los invasores tantos siglos más tarde, y el pasmo del pensador español es mucho menor que el de quienes vieron con qué facilidad la religión de Mahoma arrumbó el antaño floreciente cristianismo africano, las grandes iglesias de lengua latina de Tertuliano o Agustín. Cómo ignorar, despreciar, calumniar o minimizar una religión que mandó a pique en menos de cien años a los patriarcas de Alejandría, Antioquía y Jerusalén, y conquistó para siempre las regiones originarias del cristianismo, obligándolo a refugiarse en Roma, para siempre la Iglesia romana.

Las respuestas están en la

imponente biografía con que Hans Küng concluye la historia de las religiones abrahámicas. El libro se lee, a veces, como una novela (la historia del islam, como la del cristianismo, es en ocasiones increíble). Pero tiene otra virtud, que el lector debe tener en cuenta, porque lo hace excepcional: está escrito para capacitarnos para el diálogo y en pos de una pacífica relación entre culturas, religiones y naciones. Catorce siglos de islam no eran más fáciles de presentar que los treinta del judaísmo y los veinte del cristianismo. El teólogo Küng, también gran historiador de las religiones, lo logra con creces, con una visión multidimensional que hace justicia al islam con el mismo método de trabajo con que antes ajustó cuentas a sus ilustres predecesoras.

Mujeres musulmanas de Indonesia, durante el Ramadán.AP

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