Elecciones en México

México: de macro a micro

En una mirada macro, las presidenciales del domingo en México importan sobre todo por cuestiones de equilibrio continental. Si gana el que parece ligero favorito, el candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), la ola de izquierda ya se hace marea en América Latina; si vence Felipe Calderón, del derechista PAN y partido del presidente en ejercicio, Vicente Fox, aún se podrá argumentar que la llegada al poder de la izquierda en dos terceras partes de Iberoamérica sólo es la búsqueda de la alternativa. Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Vázquez en Uruguay, Mora...

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En una mirada macro, las presidenciales del domingo en México importan sobre todo por cuestiones de equilibrio continental. Si gana el que parece ligero favorito, el candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), la ola de izquierda ya se hace marea en América Latina; si vence Felipe Calderón, del derechista PAN y partido del presidente en ejercicio, Vicente Fox, aún se podrá argumentar que la llegada al poder de la izquierda en dos terceras partes de Iberoamérica sólo es la búsqueda de la alternativa. Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Vázquez en Uruguay, Morales en Bolivia, Bachelet en Chile, Arias en Costa Rica y García en Perú, aun siendo muchos, representan a izquierdas tan heterogéneas que cuesta verlas como un haz. Sin México, la izquierda nunca estará del todo instalada en América Latina.

AMLO procede del PRI, que dejó en 1988 para participar en la fundación del Partido de la Revolución Democrática en mayo del siguiente año. En esta fuerza confluían asociaciones barriales del D. F., la izquierda disidente del PRI (Corriente Democrática), el antiguo partido comunista rebautizado socialista, organizaciones campesinas, universitarias y el antecedente directo del PRD, el Frente Democrático Nacional, que dirigía Cuauhtémoc Cárdenas, éste hijo del general presidente que nacionalizó el petróleo en 1938 y dio asilo y nacionalidad a los republicanos españoles en 1939.

Esa izquierda, con Cárdenas de candidato, había sido batida, aunque fraudulentamente, en las presidenciales de 1988, donde se le acreditó un 31% de sufragios; mientras que en las de 1994, cuando la rebelión zapatista contaminaba la imagen del partido, cayó a un 16%. El PRD olía un poco a naftalina. Pero en 1997, AMLO fue elegido jefe de Gobierno del D. F., de forma que cuando Cárdenas volvió a estrellarse en 2000 con su consolidado 16%, la estrella ascendente del partido, que además había retenido el poder en la capital, estaba preparado para optar a la presidencia de México.

No se puede decir que Obrador haya obtenido éxitos fulgurantes en una conurbación en la que la inseguridad crece, y cuyas necesidades desbordan largamente los recursos, pero su aparente sinceridad, austeridad e imaginación para aplicar algo más que represión al desparrame de la delincuencia se han ganado al elector más modesto.

En lo micro, Jorge Zepeda -uno de los renovadores del periodismo mexicano- afirma que la campaña electoral obedece a un "guión de humor negro", porque el perredista, sin duda el mejor candidato, tiene un partido discapacitado que casi no existe en el Norte y Occidente, mientras que Calderón, aspirante mucho más modesto, cuenta con un partido que es capaz de irrigar hasta la última provincia.

El panista resulta, de igual forma, muy conspicuo en las encuestas, declara fácilmente su voto y no rehúye el fragor mediático, mientras que los del PRD antes tienden a la sub-representación. En ese escenario, deliberadamente oscurecido y en empate técnico, la diferencia puede hacerla la mayor paletada de detritus que cada uno sea capaz de arrojar sobre el rival. Así, se han sucedido en las últimas semanas los anuncios en TV destapando escándalos de ambos, como el de Diego Hildebrando Zavala, cuñadísimo de Calderón que hizo pingües negocios mientras el hermano de su esposa era secretario de Energía con Fox. Y para el cierre de campaña se asegura que AMLO guarda en la recámara todo un arma de destrucción masiva.

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Si gana Obrador lo que tenga el PRD de izquierda no parece, sin embargo, que vaya a engrosar la izquierda de la izquierda -Chávez, Morales y Fidel Castro- pero tampoco se amorrará a la otra, tan correcta, sino que aspirará, según las mejores fuentes, a una posición central, o de puente entre ambas, como también pretende Lula. Ese México, que se ha democratizado introspectivamente durante los seis años de Vicente Fox, puede volver a la escena mundial con el hombre del PRD. Y AMLO piensa que ambas izquierdas, lejos de estorbarse, se complementan.

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