Editorial:

Futuro mestizo

A comienzos del año 2000, cuando España tenía 40,5 millones de habitantes, un informe de Naciones Unidas pronosticó que en cinco décadas su población se reduciría en unos 10 millones de personas. De momento, ha aumentado en 3,6 millones, el mayor crecimiento de la UE, lo que demuestra lo prudente que conviene ser con las predicciones demográficas. Dicho crecimiento se debe íntegramente a la inmigración. Los datos que cada año por estas fechas ofrece el Instituto Nacional de Estadística indican que durante el pasado año hubo 465.000 nacimientos, de los que el 15% lo fueron de madre extranjera, ...

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A comienzos del año 2000, cuando España tenía 40,5 millones de habitantes, un informe de Naciones Unidas pronosticó que en cinco décadas su población se reduciría en unos 10 millones de personas. De momento, ha aumentado en 3,6 millones, el mayor crecimiento de la UE, lo que demuestra lo prudente que conviene ser con las predicciones demográficas. Dicho crecimiento se debe íntegramente a la inmigración. Los datos que cada año por estas fechas ofrece el Instituto Nacional de Estadística indican que durante el pasado año hubo 465.000 nacimientos, de los que el 15% lo fueron de madre extranjera, un porcentaje muy superior al proporcional, dado que los extranjeros suponen el 8,4% de la población total. Es, por supuesto, la inmigración directa, ante todo, la que alimenta el crecimiento demográfico iniciado hace tres lustros, pero también su mayor natalidad es ya un factor relevante. También es superior al proporcional el número de nuevos matrimonios en los que al menos un miembro es extranjero: casi 30.000, el 14% del total; de ellos, el 46% lo fueron entre varón español y mujer extranjera, y el 29%, a la inversa. Es, por tanto, evidente que el futuro será cada vez más mestizo, como sucede en la mayoría de los países desarrollados. Una de sus manifestaciones más visible estos días es la composición de las selecciones que disputan el Mundial de Fútbol.

La tasa de fecundidad (número de hijos por mujer en edad fértil) es actualmente de 1,34, tras seis años de crecimiento sostenido. Pero sigue estando por debajo de la media europea (1,5) y muy lejos de la tasa (2,1) que garantizaría mantener constante la población sin contar con la inmigración. Hace 30 años, los países de la Europa mediterránea (España, Italia, Portugal y Grecia) eran, con Irlanda, los que registraban un mayor número de hijos por mujer, y los que menos, Suecia, Holanda, Austria y Alemania. Esa relación se invirtió hacia mediados de los noventa, y España llegó a ser la de menor número de hijos, seguida por Italia. Existe una relación obvia entre retraso de la edad a la que se tiene el primer hijo y la tendencia a que éste sea único. Esto tiene que ver, sobre todo, con razones laborales y económicas. Dicen las encuestas que el 20% de las mujeres tendría más hijos si sus recursos se lo permitieran.

Un dato llamativo de 2005 fue el aumento del número de defunciones hasta 387.000, superando el máximo histórico de 2003. El motivo probable fue la epidemia de gripe de los primeros meses del año, aunque es un dato a comprobar. De todas formas, la tasa de mortalidad en relación con el número total de habitantes se mantiene casi constante desde hace tres décadas. Una novedad de los datos del INE es el registro de bodas entre personas del mismo sexo, legalizadas a partir de mediados de 2005: hubo 1.275, de las que 923 fueron entre hombres y el resto, entre mujeres.

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