Crónica:CONTRASEÑA | Ramón Herreros

La belleza, consuelo del mal

"La cosa más rara del mundo es estar vivo. Lo que produce dolor es ver lo que pasa en el mundo", ha dicho lentamente, con una leve sonrisa. Barcelonés de tercera generación, 58 años, pintor al borde del abismo -ayer conceptual, hoy figurativo, "no hay tanta diferencia"- loco por el cine. Su aventura creativa y vital le lleva a concluir que "el arte es lo único que puede ayudar a curar el dolor del mundo. Hay que reintroducir la noción de belleza". ¿Cómo? Percibiendo lo esencial. Para él, eso está en la naturaleza y el cuerpo de las mujeres. "Ellas son naturaleza. La belleza es el consue...

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"La cosa más rara del mundo es estar vivo. Lo que produce dolor es ver lo que pasa en el mundo", ha dicho lentamente, con una leve sonrisa. Barcelonés de tercera generación, 58 años, pintor al borde del abismo -ayer conceptual, hoy figurativo, "no hay tanta diferencia"- loco por el cine. Su aventura creativa y vital le lleva a concluir que "el arte es lo único que puede ayudar a curar el dolor del mundo. Hay que reintroducir la noción de belleza". ¿Cómo? Percibiendo lo esencial. Para él, eso está en la naturaleza y el cuerpo de las mujeres. "Ellas son naturaleza. La belleza es el consuelo del mal".

El dolor, por tanto, es oscuridad: "El siglo XX es el triunfo de la oscuridad. Parte de mi generación, hemos vivido desilusión tras desilusión", ha escrito (Ramón Herreros, Libros de allende, 2004). "Nos hablaron del progreso, de un mundo que avanzaba pero se reivindicaba la oscuridad en el pensamiento, la fealdad en el arte, la agresividad y la perpetua y absurda novedad. Fueron ideas impuestas de un modo totalitario que llevan a las personas a un espejismo". A lo irreal, lo oscuro y lo banal.

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Le sorprende que en España haya más teléfonos móviles que personas. Pintar es, en la era de la tecnología, un raro oficio artesanal: "Trabajar con las manos, con la vista, la cabeza y hasta el olfato no es raro" dice. Es un oficio eterno, como el arte. ¿No había muerto el arte? "No, no. Puedo decirlo con conocimiento porque yo estuve entre quienes creyeron que el arte había muerto. Ahí está la carga creativa del cine y en él se pueden encontrar grandes dosis de belleza y de conocimiento. El cine habla sobre lo que nos sucede y retrata el espíritu de la época: un gran arte". Un arte de lenguaje universal, como la pintura.

Desde los 14 años quería ser pintor, no sabe por qué. Su padre, riojano, y su madre, aragonesa, llegaron muy pequeños a Barcelona y se consideraban catalanes. La familia vivía de un negocio de atracciones -futbolines, máquinas del millón, tiro al blanco y un oso mecánico gigante- instalado en la mítica avenida de la Luz, bajo la plaza de Catalunya. Él ayudaba los domingos a cambiar duros por rubias (monedas de cinco y una peseta). Recuerda su escuela con cariño: "un día el director nos pilló contando chistes verdes y nos explicó la teoría del chiste de Freud". Quedó tan fascinado que su padre le regaló las obras completas de Freud, que leyó a los 14 años. De ahí pasó a la escuela Massana: cinco años de pintura y cerámica.

El pintor Ràfols Casamada y el crítico Alexandre Cirici le llevaron a EINA, escuela recién abierta para ser el centro de unos años brillantes en la creatividad barcelonesa. Empezaba el diseño: todo era posible y profesores como Umberto Eco o Gillo Dorfles lo confirmaban. El alumno Herreros es ya un inquieto pintor conceptual. En 1969 había comenzado como diseñador gráfico -"entonces lo llamábamos compaginador"- en la revista Destino, otro punto de referencia en esa época. En 1974, Herreros dejó la revista junto con el periodista Nestor Luján, enfrentado al nuevo propietario de la revista, Jordi Pujol.

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Barcelona y España hervían cuando, en 1975, Luis Berlanga le llama para dirigir la Filmoteca Española en Barcelona: "Hicimos un trabajo ingente, no había nada y aquello era una isla de libertad, fue una escuela para todos". Los barceloneses, entonces, veían cine en Perpiñán y en una filmoteca de asientos imposibles. En 1980, sale con pena, "por diferencias de criterio", de esa isla de libertad del cine universal al traspasarse la gestión de la filmoteca a la Generalitat. Ya había fundado la revista Arc Voltaic (1977-1993), que aglutinaba a artistas de la generación siguiente a los divinos.

Viendo cine redescubre la pintura. Su primera exposición individual, en 1982, era arte abstracto riguroso, muy personal. Sus cuadros salen fuera de España, se atreve con más de 25 exposiciones hasta el gran salto de 1996: su hora figurativa, un desafío a las tendencias. Algunos le llaman traidor: "Si hubiera seguido pintando abstracto habría llegado a lo de Malevich: blanco sobre blanco". Hay pocos casos como el suyo. Sus árboles, hojas, rostros y desnudos de mujer son otras tantas búsquedas de belleza oculta. Detecta que algo se mueve hoy en la gente y en la pintura: "Ya no hay escuelas. Los consumidores de arte piensan por su cuenta. Este caos da más libertad", dice. Pinta para que otros puedan disfrutar: "Era muy pequeño cuando soñé con que Beatriz Fontana, la novia de Diego Valor (personajes de un tebeo), me decía: me voy a desnudar para curarte. El arte, el desnudo, es algo terapéutico". Cita a dos pensadores persas medievales: "La idea de Dios está en el cuerpo femenino". Lo opuesto a la pornografía.

m.riviere17@yahoo.es

PERFIL

"El arte es lo único que puede ayudar a curar el dolor del mundo", dice. Barcelonés, 58 años, quería ser pintor desde los 14 años. Primero abstracto y luego figurativo, augura un porvenir luminoso para el arte: "Ya no hay escuelas. Los consumidores piensan por su cuenta. Este caos da mas libertad". Con más de 50 exposiciones a sus espaldas y obras en 15 museos y colecciones propone "reinventar la belleza". Su última exposición 'Árboles y mujeres' puede verse en la Galería Alejandro Sales hasta el de 15 de julio

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