Crítica:

Objetividad y romanticismo

En la mente de la mayoría de quienes contemplen las fotografías de Axel Hütte (Essen, Alemania, 1951) surgirá la idea de "naturaleza". Esta palabra se ha convertido en una especie de deseo colectivo con el que responder a la creciente insatisfacción de unas vidas que transcurren cotidianamente en paraísos artificiales dominados por la electricidad, la máquina y el hormigón. El reconocimiento de imágenes que recuerdan aquella naturaleza perdida induce al espectador a generar un sentimiento empático con las imágenes que se suele confundir con la calidad artística de las obras fotográficas.
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En la mente de la mayoría de quienes contemplen las fotografías de Axel Hütte (Essen, Alemania, 1951) surgirá la idea de "naturaleza". Esta palabra se ha convertido en una especie de deseo colectivo con el que responder a la creciente insatisfacción de unas vidas que transcurren cotidianamente en paraísos artificiales dominados por la electricidad, la máquina y el hormigón. El reconocimiento de imágenes que recuerdan aquella naturaleza perdida induce al espectador a generar un sentimiento empático con las imágenes que se suele confundir con la calidad artística de las obras fotográficas.

En este sentido, se debe aclarar que el interés que poseen las fotografías de Axel Hütte no radica ni en la precisión técnica con que han sido tomadas ni en la capacidad de sugerir imágenes de una naturaleza intocada. La técnica no es más que técnica y el atractivo que para un urbanita tenga la imagen de los árboles de un bosque o de las olas del mar no deja de ser un asunto que concierne a la mitología del sujeto y que, en cierto sentido, es ajeno a la obra de arte en sí misma, sobre todo cuando, como es el caso, no se trata de un artista comprometido "políticamente" con ninguna causa. Una vez hechas estas precisiones, me gustaría aclarar por qué unas fotografías como estas que muestran parajes se convierten en obras de arte.

AXEL HÜTTE

Galería Helga de Alvear

Doctor Fourquet, 12. Madrid

Hasta el 30 de junio

De entrada, en un ámbito to

pológico el arte ocupa el extremo opuesto de la naturaleza. Como enunció André Gide: "La sola cosa no natural en el mundo es una obra de arte". Por lo tanto, en cuanto obras de arte, estas fotografías hay que situarlas en la esfera de la cultura, no de la naturaleza, entonces, y a pesar de las opiniones del propio artista sobre su obra, éstas se ensartan en una tradición romántica que, apoyada en las ideas kantianas sobre lo "sublime dinámico" y lo "sublime matemático", pasan por los temas paisajísticos de los desoladores parajes de Kaspar David Friedrich y de las impresionantes cascadas alpinas de Caspar Wolf. Por encima de la técnica fotográfica y de la objetividad de la mirada posmoderna, sigue latente el hálito del Romanticismo, aunque, tal vez, la mirada de Hütte no se pueda calificar de ingenua ni de sentimental.

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