Columna

Las multinacionales españolas, en alza

Mientras la reforma del Estatuto de Cataluña sigue pendiente de quién se quedará mayoritariamente con el aeropuerto de Barcelona -el Estado o la Generalitat-, las principales constructoras españolas aspiran a adquirir las empresas gestoras de numerosos aeropuertos de todo el mundo. Es una de las paradojas no resueltas de la globalización, aunque no la única. Al tiempo que se debate el concepto de "sector estratégico de interés nacional", con motivo de la OPA de la alemana E.ON sobre Endesa, presumimos de que decenas de multinacionales españolas gestionan o construyen las infraestructuras del a...

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Mientras la reforma del Estatuto de Cataluña sigue pendiente de quién se quedará mayoritariamente con el aeropuerto de Barcelona -el Estado o la Generalitat-, las principales constructoras españolas aspiran a adquirir las empresas gestoras de numerosos aeropuertos de todo el mundo. Es una de las paradojas no resueltas de la globalización, aunque no la única. Al tiempo que se debate el concepto de "sector estratégico de interés nacional", con motivo de la OPA de la alemana E.ON sobre Endesa, presumimos de que decenas de multinacionales españolas gestionan o construyen las infraestructuras del agua, la electricidad, el gas, las finanzas, etcétera, de distintos países, a veces en régimen de oligopolio.

El papel de las empresas españolas en el exterior es creciente. Desde la última década del siglo XX casi un millar de ellas realizaron importantes inversiones en el extranjero. Poco después de la entrada en la UE, a mediados de la década de los ochenta, las inversiones extranjeras en España comenzaron a exceder el nivel de país medio en el mundo. Por ello, se puede considerar a España como una zona beneficiaria neta de la globalización: llegó a ser más atractivo como destino de las inversiones extranjeras que un país medio. A partir de 1992, las empresas españolas respondieron a la creciente llegada de compañías extranjeras y a la creación de un mercado único europeo intensificando sus inversiones en el exterior, un proceso que llegó a una situación única en la historia reciente: a finales del año 2000, cuando el siglo XX tocaba a su fin, las inversiones directas acumuladas en el exterior por empresas españolas excedían a las realizadas por las extranjeras en España.

A estudiar este fenómeno dedica sus páginas un muy interesante libro de Mauro Guillén, uno de esos economistas españoles con destacada presencia en el mundo académico exterior: El auge de la empresa multinacional española (Fundación Rafael del Pino y Marcial Pons Editorial). Guillén combate en su texto tres mitos extendidos sobre el proceso de internacionalización de las empresas españolas en la última década: el primero, muy equivocado, que las inversiones españolas fueron realizadas por un pequeño grupo de "nuevos conquistadores" que no sabían muy bien dónde se metían pero que podían dar con una mina de oro; la segunda creencia, también errada, según el autor ("una simple falacia"), que las empresas españolas han invertido principalmente en Latinoamérica por compartir la misma lengua y cultura.

El tercer mito es más serio: que la inversión española en el extranjero es "anómala" (y quizá condenada al fracaso) porque las compañías de nuestro país carecen de los medios tecnológicos y las capacidades directivas necesarias para tener éxito en la economía mundial. Mauro Guillén reflexiona sobre las capacidades tecnológicas relativamente débiles de un país que aspira a ser rico e influyente en el escenario mundial: es indiscutiblemente cierto que las empresas españolas poseen una minúscula proporción de las patentes mundiales y que el país en su conjunto destina escasos recursos a I+D (en torno al 1% del PIB); no obstante, más de la mitad de las inversiones españolas en el extranjero se destinan al sector bancario, servicios públicos, telecomunicaciones y construcción, actividades en las que la experiencia directiva, las destrezas organizativas y las capacidades de ejecución de proyectos son más importantes que las tecnológicas, las cuales pueden ser fácilmente adquiridas en el mercado.

La tesis del autor del libro es que la mayor parte de las multinacionales españolas están todavía muy lejos de sus competidoras extranjeras en cuestión de capacidad financiera, organizativa, directiva y tecnológica. Que mientras España ha logrado ser un país "normal" en su integración en la economía mundial, todavía continúa siendo de segunda división, aspirando pero no logrando formar parte del club de los países más avanzados y poderosos del mundo. Y ello a pesar de que el esfuerzo de internacionalización de la empresa española ha sido muy grande en muy poco tiempo: mientras en 1980 las inversiones acumuladas españolas en el exterior no superaban el 1% del PIB, en 2004 alcanzaron el equivalente del 35%.

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