Cartas al director

El precio político

El pasado lunes 27 de marzo, este diario publicaba un artículo titulado La crispación destroza el lenguaje. Entre otras muchas e interesantes aportaciones, la pieza destilaba una de esas verdades que de tan obvias son a menudo ignoradas: el lenguaje ordena la visión del mundo y su perversión es uno de los mayores peligros a los que se enfrenta la democracia. Por eso resulta tan alarmante que, en un momento tan crucial de nuestra historia, tengamos que oír a los dirigentes del Partido Popular proclamar con enorme severidad que "no se puede pagar un precio político" por la paz en el País ...

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El pasado lunes 27 de marzo, este diario publicaba un artículo titulado La crispación destroza el lenguaje. Entre otras muchas e interesantes aportaciones, la pieza destilaba una de esas verdades que de tan obvias son a menudo ignoradas: el lenguaje ordena la visión del mundo y su perversión es uno de los mayores peligros a los que se enfrenta la democracia. Por eso resulta tan alarmante que, en un momento tan crucial de nuestra historia, tengamos que oír a los dirigentes del Partido Popular proclamar con enorme severidad que "no se puede pagar un precio político" por la paz en el País Vasco.

Desconozco la auténtica motivación del PP para introducir este borroso concepto en el debate de la paz. Lo que sí advierto es una malintencionada manipulación del lenguaje. El "precio político" se ha convertido en boca del PP en una entelequia, un algo abstracto e intocable de lo que no cabe ni tan siquiera hablar. Uno de los hitos que marcan la salida de la infancia consiste en entender que no todo se nos es debido. Que todo tiene un precio, y tanto mejor si ese precio es negociable. ¿Qué clase de precio debemos pagar, entonces? ¿Un precio humano? Llevamos tiempo pagándolo y no ha servido. ¿Acaso no consiste en eso la democracia, en pagar "precios políticos", negociables siempre, nunca impuestos, para lograr la paz, el progreso o el bienestar.

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