Reportaje:Valencia en Fallas

Gente a contracorriente

Muchos transeúntes desafían cada día las riadas humanas que confluyen en la 'mascletà'

En todas las calles que van a dar a la mascletà se respira un ambiente de uniformidad. Toda la gente va en la misma dirección y parece tener mucha prisa. Faltan apenas unos minutos para la primera carcasa y los ríos se desbordan hasta desembocar en las orillas de la plaza del Ayuntamiento de Valencia. De ellas surgen, todos los días de Fallas, los transeúntes discordantes. Gente a contracorriente que dribla como puede la masa unánime. Vecinos que se alejan del acto social por antonomasia de las fiestas, aquel que se celebra a las dos de la tarde.

Para muchos, los más jóvenes, se ...

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En todas las calles que van a dar a la mascletà se respira un ambiente de uniformidad. Toda la gente va en la misma dirección y parece tener mucha prisa. Faltan apenas unos minutos para la primera carcasa y los ríos se desbordan hasta desembocar en las orillas de la plaza del Ayuntamiento de Valencia. De ellas surgen, todos los días de Fallas, los transeúntes discordantes. Gente a contracorriente que dribla como puede la masa unánime. Vecinos que se alejan del acto social por antonomasia de las fiestas, aquel que se celebra a las dos de la tarde.

Para muchos, los más jóvenes, se trata de una oportunidad de ver y dejarse ver; de mostrar las prendas más ligeras y de tostarse un poquito al sol. La muchedumbre, además, atenúa y oculta la vergüenza de los rituales que acompañan el festejo cuando la primavera no sólo se intuye. ¿Qué ciudadano valenciano no ha quedado alguna vez para ir a la mascletà y tomarse una cerveza antes o después?

Igor aprovecha para "tomarse una cerveza tranquilamente"; Andrés, para comer

Seguro que los hay. Igor, por ejemplo, se la toma mientras tanto. Claro que no es valenciano, sino belga. Lleva unos días en Valencia y el pasado miércoles iba con su compañera en dirección contraria. ¿Por qué? "Pues porque hay demasiada gente. Demasiada multitud. Por tanto, vamos contracorriente, porque, además, hemos descubierto que ahora es el mejor momento de tomar una cervecita al sol, tranquilamente, sin multitudes". Así es, aunque hay otros motivos más extensos y prosaicos para transgredir ese dicho relativo a que Vicente va donde va la gente. Andrés es un caso. Sale habilidosamente de entre el gentío porque tiene que currar. "Salgo del trabajo para comer, y si no aprovecho ahora y evito el mogollón, no me da tiempo. Además, tengo que comer muy rápido para volver".

Otro Andrés, más mayor, tampoco sigue al mogollón. "Es cierto, voy a contracorriente", reconoce sonriendo, "pero sólo porque voy a recoger a mi mujer para ir a la mascletà, que va cargada con las bolsas de la compra". A su lado, pasan otras dos mujeres portando bolsas de un supermercado. Van a un ritmo desafiante, esquivando a uno, a otro y al informador. No están para pamplinas.

Las jóvenes alemanas Flavia y Xenia llevan otra cadencia. Parecen erasmus o turistas y también se desmarcan del grupo. "Es demasiada gente. Y además no es como los castillos de fuegos artificiales que los tienes que mirar. Aquí puedes sólo escuchar y lo puedes hacer desde lejos, ¿no?", pregunta la primera.

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La mayor parte de la gente que va contracorriente durante las Fallas no se ve. Al menos, no en los alrededores de la plaza del Ayuntamiento. O se han ido o evitan el centro neurálgico de la fiesta cuando suenan las dos de la tarde. Este año, no ha habido grandes escapadas concertadas, apuntan varios empleados de agencias de viaje. El año que viene, muy probablemente, será otro cantar, porque el día de Sant Josep caerá en lunes y, por tanto, habrá puente.

También van contracorriente aquellos que han de madrugar para emprender un viaje o simplemente empezar a trabajar. A las seis de la mañana, por ejemplo. El transeúnte entonces habrá de estar ojo avizor no tanto por el riesgo de un choque frontal contra la gente, que también, sino para evitar los charcos de líquidos varios, procedentes de antiguas botellas descompuestas en añicos, y de vómitos y orines que inundan el casco antiguo de la ciudad, sobre todo. Si no, que se lo digan a los trabajadores del Polideportivo Municipal de El Carme, que para abrir han de desinfectar un acceso disuasorio.

A contracorriente vive también aquel que intenta dormir allá donde la música brota desde las propias paredes del dormitorio. Lo parece, aunque en realidad el "tengo un tractor amarillo" viene de la calle o de la verbena que se celebra en la no tan cercana plaza. Y a contracorriente deja de ir mucha gente que decide subirse al tractor amarillo a la espera del fuego, dicen que purificador.

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