Tribuna:¿EL RACISMO EN EL FÚTBOL ES SÍNTOMA DE UN FENÓMENO MÁS PROFUNDO? | DEBATE

Cantera en las gradas ultras

Los gritos e insultos racistas dirigidos a Samuel Eto'o en la Romareda confirman la continuidad de episodios de racismo en el fútbol y también de sus protagonistas: los grupos neofascistas que anidan en los fondos ultras. Lo demuestran las infamias persistentes surgidas de gargantas fanáticas ubicadas en torno a la zona ultra del Ligallo, que durante todo el partido fueron acompañadas de gestos obscenos haciendo saludos nazis. Según datos policiales, antes de comenzar el partido hubo diversas agresiones de ultras a aficionados que portaban bufandas del Barcelona.

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Los gritos e insultos racistas dirigidos a Samuel Eto'o en la Romareda confirman la continuidad de episodios de racismo en el fútbol y también de sus protagonistas: los grupos neofascistas que anidan en los fondos ultras. Lo demuestran las infamias persistentes surgidas de gargantas fanáticas ubicadas en torno a la zona ultra del Ligallo, que durante todo el partido fueron acompañadas de gestos obscenos haciendo saludos nazis. Según datos policiales, antes de comenzar el partido hubo diversas agresiones de ultras a aficionados que portaban bufandas del Barcelona.

Este episodio no ha sido único y durante el año 2005 hemos vivido la mayor ola de racismo en la historia del fútbol español, alcanzando casi a la totalidad de los estadios de 1ª y 2ª División, incluso a categorías inferiores; una lacra que es la punta de un iceberg de odio, intolerancia y violencia, tras los que se esconden numerosos grupúsculos que dinamizan la hostilidad hacia los jugadores negros y aficiones contrarias. En efecto, unas semanas antes, los ultras del Frente Atlético en el Calderón, durante el encuentro Atlético de Madrid-Real Sociedad, estuvieron gritando "¡Zabaleta, jódete... Ricardo Guerra, libertad!", rememorando la muerte del joven donostiarra asesinado por un neonazi, y pidiendo la libertad del condenado por el crimen con una pancarta de treinta metros.

Los fondos ultras de los estadios son en España un gran vivero para los grupos neonazis
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El problema del racismo y de la violencia en el fútbol no es reciente, enquistado en nuestro país desde hace años, ha ocasionado graves sucesos criminales. Los fondos ultras en casi todos los estadios de categoría nacional son el vivero más importante para la captación de jóvenes por grupos que promueven el odio, además de un lugar privilegiado para el exhibicionismo simbólico antidemocrático. Los hechos lo demuestran, como recoge el Informe Raxen-2005 sobre "Racismo y Violencia Ultra en el Fútbol" (puede consultarse en www.movimientocontralaintolerancia.com). Sin embargo, esta realidad contrasta con la ausencia de políticas eficaces para erradicar el problema y con la escasa cooperación de los directivos de los clubs, la Liga y la Federación, salvo excepciones como Laporta en Barcelona.

En diversas ocasiones las detenciones policiales han puesto de manifiesto la relación entre los grupos ultras del fútbol y los grupos neonazis, como se evidenció con la red internacional Hammerskin que opera en el ámbito de Ultrassur y Brigadas Blanquiazules; del grupo Bastión, sección disuelta del Frente Atlético; del Comando Huelin entre los ultras del Málaga; del Frente Antisistema en Valencia, y de Blood and Honour, entre otros. Proclaman la superioridad de la raza blanca, son antisemitas, xenófobos y salen de "caza" contra aficionados de "equipos enemigos" en los aledaños del estadio, cuando no atacan a inmigrantes, negros, indigentes, homosexuales, "rojos"... y periodistas, sobre todo a los gráficos, que evidencian su realidad. También organizan conciertos racistas clandestinos, como sucedió tras el último encuentro Real Madrid-Barcelona en una localidad de la zona Oeste madrileña, donde actuaron bandas "patriotas" que difunden su música de odio en Internet.

El desafío racista es una realidad durante los encuentros de fútbol, cuyas pancartas y banderas franquistas, símbolos nazis y gritos obscenos están al alcance de ser observados por todos, también desde los palcos que acogen a autoridades y directivos. Y se les deja hacer, se reserva grada a los ultras, se les otorga local dentro del estadio y se les financian viajes. Esa permisividad e indolencia durante años, cuando no apoyo público, trufada de gestos testimoniales ineficaces, ha supuesto el crecimiento del problema, dañando no sólo al fútbol, sino al conjunto de la sociedad, y en especial a los colectivos vulnerables, víctimas de su intolerancia criminal trasladada fuera de los estadios. La capacidad de contaminación de estos grupos va mas allá de un campo de fútbol, alcanzando a sectores juveniles y, a través de Internet, el racismo ultra conecta con insidiosas webs, foros y un mundo virtual neofascista cada vez más clandestino, aunque no inmune a la infiltración de periodistas y policías que desvelan, pese a quienes no reconocen el problema, que tenemos un peligro que ataca a todos y a la democracia.

Hace un año, desde el Consejo Superior de Deportes, se impulsó un Protocolo de Actuaciones contra el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia, pero, a día de hoy, las medidas estratégicas más importantes de prevención, control, sanción y represión de estas conductas no se cumplen y ni siquiera el Observatorio del Racismo y la Violencia en el Deporte, creado, entre otras funciones, para velar por el cumplimiento efectivo de las citadas medidas, funciona regularmente, hasta el punto de que carece de dotación económica. Medidas imprescindibles como expulsar de los estadios a quienes participen de incidentes racistas y violentos, regularizar asociativamente las hinchadas e impedir el anonimato, acabar con privilegios para los ultras, sancionar rigurosamente, incluido el cierre del estadio, o ejercer acciones legales ante conductas punibles por el Código Penal, ni se llevan a cabo, ni se ven perspectivas de aplicación.

En consecuencia, resulta necesario reclamar una acción enérgica del Gobierno que obligue a respetar la legalidad contra el racismo y la violencia, que promueva la acción policial especializada e impulse la intervención de la fiscalía para que los derechos fundamentales no sean suspendidos, ni en los aledaños de un estadio, ni en una grada, ni en Internet, ni en las calles de la ciudad. De lo contrario, corremos el riesgo, como dijo Tácito, de que "unos pocos cometan la barbaridad, muchos más la aplaudan y todos la consientan".

Esteban Ibarra es presidente del Movimiento contra la Intolerancia y miembro del Observatorio del Racismo en el Deporte.

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