Tribuna:

Los europeos que van por libre

En Estados Unidos, los Estados que siguen políticas fiscales poco sensatas reciben una sanción. Sus bonos se venden con descuento en relación con los Estados mejor gestionados. El hecho de que la amortización de la deuda sea más elevada sirve, en parte, de disciplina contra la tentación de gastar ahora y pagar después.

Por supuesto, la disciplina del mercado es imperfecta: el mercado de bonos no acaba de ver responsabilidades implícitas en el futuro (como los pagos de pensiones prometidos). No obstante, esta disciplina fiscal impuesta, combinada con los procedimientos presupuesta...

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En Estados Unidos, los Estados que siguen políticas fiscales poco sensatas reciben una sanción. Sus bonos se venden con descuento en relación con los Estados mejor gestionados. El hecho de que la amortización de la deuda sea más elevada sirve, en parte, de disciplina contra la tentación de gastar ahora y pagar después.

Por supuesto, la disciplina del mercado es imperfecta: el mercado de bonos no acaba de ver responsabilidades implícitas en el futuro (como los pagos de pensiones prometidos). No obstante, esta disciplina fiscal impuesta, combinada con los procedimientos presupuestarios internos de los propios Estados, ha impedido que se produjera una gran crisis fiscal estatal en Estados Unidos desde la Gran Depresión.

Está claro a estas alturas que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento no funciona como se esperaba

En Europa, antes de la llegada del euro, se produjeron muchas crisis fiscales en los Estados nacionales del sur de Europa, que produjeron oleadas de inflación elevada. Pero con la moneda única ya en circulación se ha cerrado la posibilidad de resolver las crisis fiscales recurriendo a la inflación, porque el Banco Central Europeo (BCE) se encarga ahora de vigilar la política monetaria. No obstante, la moneda única permite a los Estados miembros usar la capacidad de endeudamiento que en realidad pertenece a otros países de la Unión Europea para prolongar sus orgías de gasto.

Para evitar esta posibilidad, la Unión Europea creó el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que impone un déficit público máximo del 3%. Hace unos días, Alemania -en otro tiempo el país fiscalmente más prudente y disciplinado de la UE- rompió las normas fiscales del Pacto por quinto año consecutivo, y lo hizo sin (demasiadas) disculpas. El ministro de Economía, Peer Steinbrueck, señaló que esperaba que la Comisión Europea aplicara sanciones: la credibilidad del Pacto se resentiría si no se tomaba alguna medida. Pero Steinbrueck también dejó claro que espera que las sanciones en respuesta al déficit fiscal del 3,4% previsto para Alemania sean simbólicas.

Está claro que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento no funciona ni mucho menos como se esperaba. ¿Y la disciplina del mercado? ¿Está limitada la voluntad del Gobierno alemán de emitir más deuda y asumir mayores déficit porque el mercado penaliza a los Estados que permiten que su posición fiscal se debilite? La respuesta es no.

Los tipos de interés sobre la deuda soberana denominada en euros de los 12 Gobiernos de la eurozona son similares. Al mercado no parece importarle que los países tengan diferentes potenciales para generar exportaciones que financien los flujos económicos necesarios para reembolsar la deuda o diferentes proporciones de la deuda respecto al producto interior bruto (PIB) actual y proyectada. Willem Buiter, de la Universidad de Amsterdam, y Anne Sibert, de la Universidad de Londres, creen que es la voluntad del Banco Central Europeo aceptar como colateral toda la deuda de la eurozona la que ha debilitado la voluntad del mercado de convertirse en ejecutor de la prudencia fiscal. Siempre que la porción marginal de deuda alemana se use como colateral para un préstamo a corto plazo o como elemento central de un acuerdo de recompra para adquirir liquidez, es mucho más probable que su valor se determine por los términos en los que el BCE lo acepta como colateral que por sus fundamentos económicos.

El hecho de que el Banco Central Europeo trate ahora toda la deuda de ese tipo como fuentes igualmente convincentes de reserva de liquidez falsifica cualquier análisis de las diferencias de riesgo soberano a largo plazo. A largo plazo, esto es peligroso.

Tanto la disciplina del mercado como una gestión fiscal sensata son necesarias para crear la posibilidad razonable de que los precios se mantengan estables a largo plazo. Omitir la sanción actual del mercado para un comportamiento que puede volverse imprudente o los controles institucionales que dan voz a futuras generaciones supone introducir graves riesgos: quizá no hoy ni mañana, pero algún día, y para el resto de la vida.

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