OPINIÓN DEL LECTOR

Drama en el Central

El pasado sábado acudí con unos amigos al Teatro Central de Sevilla para ver Federico, un drama social y ¡vaya si lo hubo! En primer lugar, que un teatro de esa categoría siga sin numerar las entradas consigue el dudoso éxito de tener colas de espectadores ante las puertas con suficiente paciencia como para no generar los tristes espectáculos que estas situaciones suelen provocar sobre quién llegó antes, o los colistas mirándose para contar los que están en cada grupo y evitar que nadie se cuele.

El verdadero drama se desata al empezar la representación. La pobreza de formas, los...

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El pasado sábado acudí con unos amigos al Teatro Central de Sevilla para ver Federico, un drama social y ¡vaya si lo hubo! En primer lugar, que un teatro de esa categoría siga sin numerar las entradas consigue el dudoso éxito de tener colas de espectadores ante las puertas con suficiente paciencia como para no generar los tristes espectáculos que estas situaciones suelen provocar sobre quién llegó antes, o los colistas mirándose para contar los que están en cada grupo y evitar que nadie se cuele.

El verdadero drama se desata al empezar la representación. La pobreza de formas, los contenidos narrativos tan tutelares del espectador y los sonrojantes diálogos añadidos que hubieran hecho temblar al propio García Lorca, desembocan en un cúmulo de estereotipos casposos de los bandos de 1936 con un lenguaje de buenos muy buenos y malos muy malos que me llevó a un sólo momento destacable: el descanso de mi enfadada inteligencia cuando cayó el telón porque no entendía las razones del cerebro para no haber ordenado a las piernas abandonar el teatro mucho tiempo antes. Ni el buen oficio de Juan Ribó ni los discretos intentos de representar el rechazo de Lorca a algunas formas del teatro clásico consiguieron sacar más que unos fríos aplausos al final.

Mi última conclusión es pesimista puesto que dado que nuestro sistema político se empeña en mantener administraciones de cultura, debería habilitarse un cauce legal para objetar fiscalmente a la Consejería de Cultura y que se nos permita asignar nuestros tributos autonómicos a otras consejerías.

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