Columna

Inacción política

Leí con interés las opiniones del profesor Carl Steinitz sobre el urbanismo de la Comunidad Valenciana, que publicó, días atrás, este diario. Me parecieron unas opiniones llenas de sentido común, muy bien fundadas a la vista de lo que aquí viene ocurriendo. Si tuviésemos que juzgar por ellas a este profesor de la Universidad de Harvard, especialista en planificación del paisaje, diríamos que se trata de una persona juiciosa, moderada en sus apreciaciones. Ahora bien, no sé si nuestras autoridades compartirán este criterio o considerarán al profesor Steinitz un peligroso enemigo de la Comunidad...

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Leí con interés las opiniones del profesor Carl Steinitz sobre el urbanismo de la Comunidad Valenciana, que publicó, días atrás, este diario. Me parecieron unas opiniones llenas de sentido común, muy bien fundadas a la vista de lo que aquí viene ocurriendo. Si tuviésemos que juzgar por ellas a este profesor de la Universidad de Harvard, especialista en planificación del paisaje, diríamos que se trata de una persona juiciosa, moderada en sus apreciaciones. Ahora bien, no sé si nuestras autoridades compartirán este criterio o considerarán al profesor Steinitz un peligroso enemigo de la Comunidad Valenciana. Tal como están las cosas, me inclino a pensar que sucederá esto último. Sería lamentable, sin embargo, que se descalificara a Steinitz sin haber escuchado atentamente sus argumentos. Entre otras razones porque el profesor es de quienes piensan que aún estamos a tiempo para poner remedio a una situación, antes de que se nos vaya de las manos y provoque una catástrofe.

Se tiende a pensar que es el urbanismo la causa del principal problema que padece la Comunidad Valenciana, y que tanto rechazo social suscita. Convendría aclarar esto y decir que el problema no es el urbanismo, sino el mal urbanismo que aquí se practica. Con frecuencia, los promotores inmobiliarios pretenden convencernos de que sólo hay una manera posible de urbanizar el territorio, una manera que es, naturalmente, la que ellos aplican. Hace unos días, se entrevistaba en la prensa al constructor Enrique Ortiz, a quien se ha adjudicado el plan Rabassa, que tanta oposición ha levantado en Alicante. A las preguntas del periodista, Ortiz, para justificar su actuación, alegaba que "en algún lugar tiene que vivir la gente". Nadie pretende impedir a la gente que viva allá donde desee; de lo que se trata es de ordenar de un modo razonable el espacio donde hemos de vivir.

Dejar que los promotores ordenen el territorio, como sucede en estos momentos, tiene las consecuencias que ha señalado Steinitz : beneficios rápidos para unos pocos, y problemas para toda la sociedad en el futuro. Y no creamos que se trata de un futuro para el que aún faltan muchos. Nada de eso. Algunas de esas dificultades ya están llamando a nuestra puerta. En Torrevieja y en otras poblaciones se están manifestando los problemas sociales que el profesor Steinitz vincula al mal urbanismo. Quienes vivimos en zonas afectadas por un crecimiento exagerado, hemos comprobado cómo nuestra calidad de vida empeoraba en los últimos años. Los empresarios turísticos, siempre atentos a las amenazas que puedan sobrevenir, perciben que el modelo urbanístico que se ha impuesto en la Comunidad Valenciana daña sus intereses.

El propio Steinitz ha señalado que poner orden en la actual situación de la Comunidad Valenciana es relativamente fácil. Pero también ha advertido que "resulta muy complicado cuando hay una inacción política". Dado el modo de pensar de nuestros gobernantes, esto equivale a decir que la solución no se producirá. Hay, pues, escasos motivos para el optimismo. Tentativas como la que acaba de producirse en Alicante, donde la oposición al plan Rabassa se ha constituido en una Plataforma de Iniciativas Ciudadanas para luchar contra el mal urbanismo pueden ser un camino.

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