Editorial:

Confirmación chií

Los chiíes islamistas de Irak han sido confirmados como fuerza dominante por los resultados de las elecciones parlamentarias del 15 de diciembre, divulgados ayer con más de un mes de retraso en un Bagdad tomado militarmente. Poco ha cambiado en Irak el reparto del poder con los nuevos comicios -considerados suficientemente limpios por los observadores y primeros para una legislatura íntegra de cuatro años-, pese a la enorme diferencia de participación popular respecto a los de enero pasado, boicoteados por la minoría suní otrora dominante.

Las elecciones, como se anticipaba, han radiogr...

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Los chiíes islamistas de Irak han sido confirmados como fuerza dominante por los resultados de las elecciones parlamentarias del 15 de diciembre, divulgados ayer con más de un mes de retraso en un Bagdad tomado militarmente. Poco ha cambiado en Irak el reparto del poder con los nuevos comicios -considerados suficientemente limpios por los observadores y primeros para una legislatura íntegra de cuatro años-, pese a la enorme diferencia de participación popular respecto a los de enero pasado, boicoteados por la minoría suní otrora dominante.

Las elecciones, como se anticipaba, han radiografiado de nuevo un país nítidamente dividido en torno a cristalizadas fallas religiosas y étnicas. Irak sólo puede escapar al agujero negro actual si los campos rivales -chiíes, suníes, kurdos- aprovechan de buena fe esta oportunidad democrática para negociar un acuerdo que alumbre un Gobierno compartido. Ése es el llamamiento renovado ayer por EE UU, que tiene depositadas en ese hipotético brote de cordura política sus menguantes esperanzas de poder abandonar ordenadamente el país invadido. La reaparición sonora de Osama Bin Laden, confirmando su agitación global a propósito de Irak, no va a facilitar las cosas.

La coalición religiosa chií ha quedado sólo a 10 escaños de la mayoría parlamentaria, y nada sería teóricamente más factible que un poder coligado en el que tuviesen cabida todos los grupos relevantes, incluyendo los laicos. El frente suní mayoritario ha conseguido 43 escaños, pero su participación en el futuro Gobierno es tan improbable como la aceptación por los vencedores de sus exigencias iniciales: un calendario para la retirada militar estadounidense -ya rechazado por Bush- y una revisión a fondo de la Constitución iraquí, redactada prácticamente sin presencia suní por su rechazo electoral en enero de 2005. Aunque la idea de reformar la ley suprema se acepta por todos, es harto improbable que esos cambios tengan el alcance que desearían los agraviados suníes.

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Irak se ha convertido en un experimento en un entorno geopolítico cada vez más volátil e impredecible. Un escenario político tan degradado como el iraquí no va a hacer fácil la formación de Ejecutivo, y mucho menos el ejercicio más o menos normalizado del poder. Tanto las jornadas previas a la difusión de los resultados, como las primeras reacciones ayer, anticipan un mantenimiento de la insoportable violencia terrorista que mantiene paralizado al país árabe, donde cabecillas suníes de grupos armados ya anuncian una intensificación de sus acciones contra el Gobierno que venga.

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