Cartas al director

¿Año Nuevo?

Ajusten sus relojes. El 2006 empieza su cuenta -como ya pasó en 1999- con un leve tartamudeo. En realidad, el primer segundo del año es doble para ajustar el año trópico, que es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa al Sol (365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,98 segundos), y el año de nuestro actual calendario gregoriano. Pero, ¿por qué se realizan periódicamente estos "ajustes" en el fluir del tiempo? La cuestión merece un cierto detenimiento histórico. El año 45 antes de Cristo, cuando Julio César instauró su calendario, fue llamado "el año de la gran confusión": nadie sabí...

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Ajusten sus relojes. El 2006 empieza su cuenta -como ya pasó en 1999- con un leve tartamudeo. En realidad, el primer segundo del año es doble para ajustar el año trópico, que es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa al Sol (365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,98 segundos), y el año de nuestro actual calendario gregoriano. Pero, ¿por qué se realizan periódicamente estos "ajustes" en el fluir del tiempo? La cuestión merece un cierto detenimiento histórico. El año 45 antes de Cristo, cuando Julio César instauró su calendario, fue llamado "el año de la gran confusión": nadie sabía exactamente en qué día vivía debido a otra "corrección", no ya de un segundo sino de tres meses.

Algo parecido pasó en el año 1582 cuando fue abolido el calendario juliano que había acumulado un error de 10 días a razón de un día cada 128 años y sustituido por el actual calendario "encargado" por el papa Gregorio XIII a una comisión de astrónomos y matemáticos. Ese año se pasó del jueves 4 de octubre al viernes 15 de octubre, eliminado así de un tijeretazo los 10 días de desfase que "sobraban".

Nuestro actual calendario gregoriano, aunque más exacto, no es una excepción: el error que se acumula, aunque menor en parte por los años bisiestos, es de un día cada 3.226 años. Así que para evitar nuevos desfases se van arañando imperceptiblemente segundos cada cierto tiempo.

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Todo esto nos hace ver cómo los calendarios son (re)creaciones humanas, fruto de una convención arbitraria y de intereses históricos.Es decir, el tiempo de nuestros relojes tiene poco que ver con el tiempo cósmico. Es una muestra de nuestra antropocéntrica ingenuidad hiperbólica el creer que los segundos, como los latidos del corazón, revelan la ontología del tiempo y que con el 1 de enero se inicia un nuevo ciclo en la naturaleza.

En realidad, y durante mucho tiempo, el año "empezaba" en el mes de marzo con el inicio de las cosechas del equinoccio de primavera. Pero sucedía que las estaciones no se repetían en las mismas

fechas de un año para otro por estos desajustes temporales. De aquí que en el siglo VII antes de Cristo los romanos añadieran dos meses más, Ianuarius y Februarius, al final de cada año. Fue más tarde, precisamente en ese "año de la gran confusión" el 45 antes de Cristo, cuando el Senado Romano, que utilizaba el 1 de enero como comienzo de su año oficial, impuso esa fecha que nosotros celebramos como estreno del año.

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