Un 'fontainebleau' de ida y vuelta

Lola Ortega, de 85 años, siguió los pasos de su padre, Manuel, quien en 1914 abrió una tienda de antigüedades en la Cruz Verde. Ella, aún en activo, aconsejaba ayer sobre algunas piezas a sus dos hijos en el Salón de Anticuarios de Sevilla, la tercera generación en la familia que se dedica al negocio. Lola, que ha tenido entre las manos miles de objetos maravillosos de todas partes del mundo, recuerda con especial cariño la rocambolesca historia de un cuadro de la escuela de Fontainebleau.

"Mi marido y yo acabábamos de montar la tienda de la Plaza del Cabildo en 1980 y gracias a un seño...

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Lola Ortega, de 85 años, siguió los pasos de su padre, Manuel, quien en 1914 abrió una tienda de antigüedades en la Cruz Verde. Ella, aún en activo, aconsejaba ayer sobre algunas piezas a sus dos hijos en el Salón de Anticuarios de Sevilla, la tercera generación en la familia que se dedica al negocio. Lola, que ha tenido entre las manos miles de objetos maravillosos de todas partes del mundo, recuerda con especial cariño la rocambolesca historia de un cuadro de la escuela de Fontainebleau.

"Mi marido y yo acabábamos de montar la tienda de la Plaza del Cabildo en 1980 y gracias a un señor de París que conocimos aquí nos introducimos en el mercado francés y pudimos comprar bastantes piezas. Teníamos un cuadro de la Escuela de Fontainebleau -comienzos del siglo XVII- en el que se ve a Diana de Poitiers y su hermana. Es muy parecido al que hay en el Museo del Louvre en el que aparecen dos mujeres desnudas y una le está tocando el pecho a otra; pero en el nuestro todas están vestidas", explica Lola Ortega haciendo referencia al óleo Gabrielle d'Estrées y una de sus hermanas (1595).

La anticuaria con más experiencia de los 60 que forman la asociación andaluza rememora cómo al poco de exponer el cuadro, los ladrones entraron una noche y se llevaron gran parte de la tienda. "No me explico cómo pudo pasar, porque nosotros vivíamos arriba y no oímos nada". Tras dos años sin tener noticia de ninguna de las piezas, Lola Ortega y su marido recibieron una llamada de la policía desde Barcelona que, gracias a unas fotografías del cuadro, lo habían localizado; además de otro lienzo de los que les robaron.

"Lo habían cortado para quitarle el bastidor y se había pasado dos años enrrollado pero, afortunadamente, no estaba en mal estado. Así que cuando lo recuperamos decidimos quedárnoslo", dice Lola, quien aún suspira por la colección de sonajeros de plata que perdió esa noche.

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