Cerco al modelo francés

La reunión de los ministros de Finanzas del G-7 ha sintetizado el tenaz cerco que el Reino Unido, de la mano de Tony Blair y Gordon Brown, ha puesto este año a la agricultura francesa. El primer ministro, desde la presidencia del G-8 (el G-7 más Rusia) y luego como presidente de turno de la UE; el ministro del Tesoro, en calidad de anfitrión de las reuniones de Finanzas del G-7. A lo largo del año, Blair y Brown han difundido de manera machacona la doble idea de que los subsidios agrícolas son malos para el mundo, especialmente para los países pobres, y que el culpable tiene un nombre: Francia...

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La reunión de los ministros de Finanzas del G-7 ha sintetizado el tenaz cerco que el Reino Unido, de la mano de Tony Blair y Gordon Brown, ha puesto este año a la agricultura francesa. El primer ministro, desde la presidencia del G-8 (el G-7 más Rusia) y luego como presidente de turno de la UE; el ministro del Tesoro, en calidad de anfitrión de las reuniones de Finanzas del G-7. A lo largo del año, Blair y Brown han difundido de manera machacona la doble idea de que los subsidios agrícolas son malos para el mundo, especialmente para los países pobres, y que el culpable tiene un nombre: Francia.

Blair apenas hizo mella desde el G-8 en el presidente francés, Jacques Chirac. Tampoco parece que vaya a conseguirlo cuando dispare a mediados de este mes su último cartucho: los presupuestos de la Unión Europea para el periodo 2007-2013. Blair quizá consiga un acuerdo presupuestario, pero todo indica que eso sería a costa de un recorte del presupuesto comunitario, pero no del capítulo agrícola, sino de las ayudas al desarrollo de los nuevos socios. Ese acuerdo constituiría una victoria política para Jacques Chirac porque habría mantenido intactas las ayudas agrícolas mientras Blair cedería una porción -pequeña, pero simbólica- del cheque británico, la compensación al Reino Unido por los escasos beneficios que recibe de la política agraria.

A Gordon Brown aún le queda una esperanza: la Ronda de Doha. Ayer, tras lanzar la víspera un demoledor documento contra la Política Agrícola Común, reforzó los llamamientos del G-7 a favor de una liberalización comercial y un recorte de las ayudas agrícolas en las inminentes negociaciones en Hong Kong. Brown engrandeció ese llamamiento dándole alas al comunicado en el que Brasil ofrece concesiones adicionales en tarifas industriales si Estados Unidos y la UE reducen los subsidios agrícolas. El secretario norteamericano del Tesoro, John Snow, reiteró la oferta de su país de derribar barreras si otros hacen lo mismo. El francés Thierry Breton, acosado por todos lados, se limitó a recordar que las negociaciones comerciales "son un paquete que afecta no sólo a agricultura, sino a bienes industriales, servicios y propiedad intelectual", y que el G-7 no está para discutir la política agrícola común. "Eso lo podemos hacer entre nosotros, no necesitamos hacerlo en una reunión del G-7", dijo, a la defensiva. El presidente de Brasil, Lula, quiere que antes de Hong Kong haya una cumbre de jefes de Estado del G-8 y los países emergentes. Blair se lo está pensando. Pero, ¿aceptará Chirac una encerrona semejante, o alegará problemas de agenda?

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