Crítica:ESTRENO

Otras princesas

Se conocen trabajando duro, sin contrato y por poco dinero. Una, la digamos local (Berrokal), hace de puta en sus ratos muertos mientras alimenta la esperanza de que el capataz de la fábrica, con el que mantiene relaciones, la saque de pobre. La otra, la visitante (Valdés), es caribeña y ha venido a España en busca de lo que cualquier emigrante: un porvenir mejor... o sencillamente, un porvenir cualquiera, que siempre es mejor que no tenerlo. Entre ambas se tejerá una bella historia de amistad; aunque el precio que haya que pagar para ello sea el de los sueños rotos. Y aunque, como en ...

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Se conocen trabajando duro, sin contrato y por poco dinero. Una, la digamos local (Berrokal), hace de puta en sus ratos muertos mientras alimenta la esperanza de que el capataz de la fábrica, con el que mantiene relaciones, la saque de pobre. La otra, la visitante (Valdés), es caribeña y ha venido a España en busca de lo que cualquier emigrante: un porvenir mejor... o sencillamente, un porvenir cualquiera, que siempre es mejor que no tenerlo. Entre ambas se tejerá una bella historia de amistad; aunque el precio que haya que pagar para ello sea el de los sueños rotos. Y aunque, como en Princesas, un vuelo transoceánico clausure muchas cosas.

Segunda película de ficción de un hombre, el valenciano Pedro Pérez-Rosado, que también ha trabajado esporádicamente en el documental, Agua con sal es un drama social contenido y narrado con ejemplar pudor, con una humildad que le va muy bien a las duras peripecias que la película muestra: no hay aquí el menor asomo de espectacularidad, de maquillar la grisura de la existencia, de colar de rondón falsas ternuras o rimbombantes declaraciones de intenciones.

AGUA CON SAL

Dirección: Pedro Pérez-Casado. Intérpretes: Yoima Valdés, Leire Berrokal, Juan Carlos Morales, Candela Fernández, Lola Moltó. Género: drama. España, 2005. Duración: 92 minutos.

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No es, claro está, un filme acabado y perfecto, ni pretende serlo: en ocasiones, algún actor se le va de la mano al director (el caso más evidente, la propia Berrokal, excesivamente exagerada a la hora de componer su personaje), pero tiene mucha verdad, mucha comprensión para lo que está contando. Y por tener, hasta tiene a una actriz, Yoima Valdés, que da un auténtico recital de talento y matices... un trabajo, por cierto, que no se ve todos los días.

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