Columna

Ay de ti

Una buena noticia y una mala. Así empiezan muchos chistes. Y este parece uno de esos, un chiste verídico, como decía Paco Gandía, aquel que contaba chistes de garbanzos. La buena noticia sería que hace dos siglos una persona de cuarenta años era anciana y ahora una con setenta es joven. Lo dice el oncólogo Carlos Cordón-Cardó y lo comprobamos nosotros a diario en nuestras propias carnes. La buena vida y la ciencia nos están permitiendo vivir segundas y terceras juventudes; a eso hay que añadirle nuestra íntima resistencia a envejecer, ese no claudicar de las emociones de la vida, el querer ama...

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Una buena noticia y una mala. Así empiezan muchos chistes. Y este parece uno de esos, un chiste verídico, como decía Paco Gandía, aquel que contaba chistes de garbanzos. La buena noticia sería que hace dos siglos una persona de cuarenta años era anciana y ahora una con setenta es joven. Lo dice el oncólogo Carlos Cordón-Cardó y lo comprobamos nosotros a diario en nuestras propias carnes. La buena vida y la ciencia nos están permitiendo vivir segundas y terceras juventudes; a eso hay que añadirle nuestra íntima resistencia a envejecer, ese no claudicar de las emociones de la vida, el querer amar, viajar, trasnochar y sentir como alguien que mantiene en forma la plenitud de sus deseos. Pero no deja de ser una buena noticia extraña o una buena noticia engañosa que lleva dentro del paquete algunas sorpresas no tan agradables. Somos jóvenes desde el punto de vista médico pero no podría decir lo mismo un sociólogo o un economista. Somos jóvenes, de acuerdo, pero, ay de ti si el mercado laboral te da una patada a los treinta y tantos años. Ay de ti, porque, sin ser viejo, los que podrían contratarte considerarán sospechoso el que a esa edad estés llamando a las puertas del mercado laboral. Ay de ti porque te verán fuera de onda y preferirán a una persona de veintipocos a la que poder modelar a su antojo. Ay de ti si eres mujer y tu marido te abandona a los cuarenta, ay de ti porque habrás empezado el camino de la invisibilidad y te será complicadísimo encontrar un nuevo hombre que aprecie tu posible encanto, tu experiencia. Ay de ti si tienes cincuenta años y tu empresa está haciendo una regulación de empleo, ay de ti porque serás de los primeros en ser invitado a largarse. Ay de ti que sin ser ni absolutamente joven ni viejo compensarás la precariedad de los contratos basura de tus hijos y cuidarás la vejez alargadísima de tus padres. Y siendo tan joven como dicen los médicos, el cine, por ejemplo, te habrá desterrado para siempre de sus argumentos, ay de ti, ya no verás historias de gente que se enamora, que se desea, que vuelve a empezar con tu edad. Tu imagen ya no es rentable en taquilla. Ay de ti, como decían antes las viejas ante el difunto, ¡tan joven!

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