Análisis:

Un brindis al sol

Esta sexta edición de los Grammy Latinos prometía renovación, con la extraordinaria cosecha de candidaturas para Bebe, una recién llegada (y una desconocida en Estados Unidos). Además, se susurraba que el hecho de que la retransmisión de la ceremonia corriera a cargo del canal Univisión -ya no había que hacer concesiones a los espectadores anglos de la cadena CBS- impulsaría decisiones colectivas más audaces.

La realidad de la votación ha confirmado que lo de Bebe fue un espejismo: el flanco del "los disqueros tenemos buen gusto" ha quedado cubierto con el trofeo de álbum del año...

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Esta sexta edición de los Grammy Latinos prometía renovación, con la extraordinaria cosecha de candidaturas para Bebe, una recién llegada (y una desconocida en Estados Unidos). Además, se susurraba que el hecho de que la retransmisión de la ceremonia corriera a cargo del canal Univisión -ya no había que hacer concesiones a los espectadores anglos de la cadena CBS- impulsaría decisiones colectivas más audaces.

La realidad de la votación ha confirmado que lo de Bebe fue un espejismo: el flanco del "los disqueros tenemos buen gusto" ha quedado cubierto con el trofeo de álbum del año otorgado al melifluo Ivan Lins. El ingenuo se puede consolar con algunas sorpresas, como los premios de Ozomatli (rock alternativo) o Lila Downs (folk) y con casi todos los otorgados en la zona brasileña. Pero, en general, se han impuesto los automatismos, con una larga cadena de "sospechosos habituales" llevándose el gato al agua, con más o menos justicia.

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Y conviene tener presente que la dispersión de los votos genera ganadores improbables. Pintoresco resulta que Laura Pausini sea considerada la responsable del mejor álbum femenino de pop. Aberrante parece que Marc Anthony gane, en la categoría de álbum de salsa, a Oscar D'León o el Gran Combo de Puerto Rico. Asombroso que un disco de versiones como el de Molotov triunfe como mejor álbum de rock. Aterrador resulta pensar que Gian Marco sea el cantautor favorito de los miembros de la LARAS, por encima de Pedro Guerra, Kevin Johansen, Djavan o Vicentico.

Se aprecia también que la industria mantiene muchas reservas frente a la última gran tendencia con remite caribeño, el polémico reggaetón: Daddy Yankee sólo se ha llevado uno de los dos premios a los que aspiraba; ni siquiera había presencia del reggaetón en el apartado de la producción, donde ha ganado el ubicuo Gustavo Santaolalla.

En la eternamente espinosa cuestión de los músicos cubanos, la Academia ha evitado choques con Washington o Miami: las estatuillas han ido a Bebo Valdés y Cachao, dos maestros indiscutibles que viven fuera de Cuba.

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