Crítica:

Un descenso hacia la crueldad

Franz Werfel (1890-1945) fue un autor de éxito en Alemania y también fuera de ella, cuando tuvo que escapar de la amenaza nazi, primero a Francia, hasta que ésta cayó en manos alemanas, y luego a Estados Unidos, siempre acompañado por su esposa, Alma Mahler. No fue un autor politizado en aquellos convulsos años de principios de siglo, pero sí pacifista tras su experiencia en la guerra de 1914-1918. Perteneció al expresionismo, aunque siempre centró su obra en un intimismo con el que, de paso, se desprendía, de manera individual y desde una proveniencia burguesa, de las ataduras ideológicas tan...

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Franz Werfel (1890-1945) fue un autor de éxito en Alemania y también fuera de ella, cuando tuvo que escapar de la amenaza nazi, primero a Francia, hasta que ésta cayó en manos alemanas, y luego a Estados Unidos, siempre acompañado por su esposa, Alma Mahler. No fue un autor politizado en aquellos convulsos años de principios de siglo, pero sí pacifista tras su experiencia en la guerra de 1914-1918. Perteneció al expresionismo, aunque siempre centró su obra en un intimismo con el que, de paso, se desprendía, de manera individual y desde una proveniencia burguesa, de las ataduras ideológicas tanto del socialismo como del capitalismo. En su juventud frecuentó a Kafka y Max Brod. La fama internacional le llegó con Los cuarenta días de Musa Daga (Losada), una novela muy potente sobre la resistencia de los armenios al exterminio a que los sometieron los turcos. En España se ha publicado también su Verdi. Novela de la ópera (Espasa), una visión novelada de un encuentro entre Wagner y Verdi en Venecia. Es también autor de una novela místico-sentimental muy famosa y llevada al cine: La canción de Bernadette.

REUNIÓN DE BACHILLERES

Franz Werfel

Traducción de Eugenio Bou

Minúscula. Barcelona, 2005

208 páginas. 14,98 euros

Reunión de bachilleres es de 1928, pero su primera novela data de 1924. Sus obras de los años veinte tienen un inequívoco aire expresionista que aquí, además, se centra en un instituto público, una historia de adolescentes revivida desde la perspectiva de la edad madura. Werfel no es un gran escritor, pero la creación del clima opresivo de primeros de siglo en un centro escolar mientras en segundo término, casi sombras, aparecen esas familias rígidas, esa burguesía funcionarial o comerciante de la época de preguerra que rodea, protege, exige y aplasta a la vez a sus vástagos, está conseguida de manera muy convincente. Es una época de decadencia y, a la vez, prerrevolucionaria, y en ella inserta Werfel una historia de crueldad y de culpa atrayente a pesar de sus irregularidades.

En el grupo de jóvenes estudiantes que protagonizan la novela destacan dos: Ernest Sebastian, hijo de un presidente del Tribunal Supremo, y juez de instrucción él mismo, atenido a esa función menor de mero instructor y ocupado en no prosperar como su padre, y Franz Adler, un hombre cuya causa por asesinato debe instruir. El asunto es que Adler y Sebastian fueron compañeros de instituto y ahora, al encontrarse frente a él, surge un fantasma del pasado en la vida retirada, rutinaria y satisfecha del instructor: Adler era el muchacho más brillante de su clase y Sebastian, herido en su orgullo, en cierto modo humillado por su superioridad, un día consigue ponerlo en ridículo y derribarlo de su pedestal. A partir de ahí, asistiremos a la destrucción de un ser humano por sus compañeros capitaneados por Sebastian.

Sebastian, conmocionado por el reencuentro con Adler y las condiciones en que se presenta ante él -un cargo de asesinato-, no puede dormir esa noche, la anterior a la instrucción que debe realizar, y escribe la historia de aquella destrucción juvenil tanto para hacer menos pesada la culpa como para combatir el insomnio y el miedo a las consecuencias de aquel año de perversión en que Adler acabó hecho un guiñapo. La historia es, sin duda, una historia de culpa, pero hay que decir que, como tal, no deja de ser un tanto convencional. La parte más interesante es aquella en la que se cuenta el progresivo descenso hacia la crueldad de Ernest Sebastian. Un descenso que no es el de un espíritu criminal sino el de alguien que, al tiempo que la diversión y la disipación, descubre el atractivo del mal, el vértigo de la maldad. Pasado el tiempo, Sebastian y sus compañeros se han convertido en unos respetables y aburridos burgueses partidarios del orden a toda costa. El único momento en el que los conceptos de libertad -en el sentido de liberación de ataduras y reglas dominantes- y maldad caminaron por la misma senda fue el de aquel curso y ése es el punto en el que esta novela se convierte en interesante; por ello y por el reflejo que es de la época de preguerra y prerrevolución que va a recorrer Europa en esos años; son los últimos años del antiguo régimen, de la vieja Europa presta a sumirse en la catástrofe.

En la parte final, el juez de instrucción, Sebastian, ante el que comparece el acusado, Franz Adler, habrá de enfrentarse a un asunto personal que, como esa vieja Europa, se derrumba también, aunque él no alcanza a ver tal dimensión, pues sólo piensa en el desorden que es ahora a sus ojos aquel episodio culpable. Ahí es cuando comprende el último sentido del reencuentro con Adler (reencuentro con un final-sorpresa bien resuelto): "Entonces, claro... entonces... me ha sido enviado un sustituto de la justicia...". Ya no hay remedio; lo que vaya a suceder es lo de menos; lo de más es que aquel grupo de muchachos, al devorar a su compañero, se devoró a sí mismo. Los bachilleres de antaño, reunidos para conmemorar su época de estudiantes, son ahora unos patéticos hombres de bien pertenecientes a una sociedad que aguarda su propio desmoronamiento con la simpleza y la placidez de unas vidas estériles.

Alma Mahler y Franz Werfel, en su casa de California.

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