Columna

La ideología del pollo

Criticar al Gobierno por la falta de vacunas en España para afrontar la gripe del pollo es de derechas. Y criticar al Gobierno por la crisis de las vacas locas fue en otra época de izquierdas. Elevar la valla de Ceuta para impedir que entren los inmigrantes y darle un plus de 30 euros a los soldados que la vigilan, lo está haciendo un gobierno de izquierdas. Y criticar al PSOE por ello, lo hacen dirigentes de un anterior gobierno que consideraba que no poner vallas a la presencia de inmigrantes provocaba un "efecto llamada". La progresía y el conservadurismo se han instalado en los hechos más ...

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Criticar al Gobierno por la falta de vacunas en España para afrontar la gripe del pollo es de derechas. Y criticar al Gobierno por la crisis de las vacas locas fue en otra época de izquierdas. Elevar la valla de Ceuta para impedir que entren los inmigrantes y darle un plus de 30 euros a los soldados que la vigilan, lo está haciendo un gobierno de izquierdas. Y criticar al PSOE por ello, lo hacen dirigentes de un anterior gobierno que consideraba que no poner vallas a la presencia de inmigrantes provocaba un "efecto llamada". La progresía y el conservadurismo se han instalado en los hechos más nimios. Y ya nada es verdad ni es mentira, sino que todo depende del lugar de la trinchera desde donde se mira. Por eso, criticar el nuevo Estatuto en Cataluña es de derechas, al poner freno a las legítimas aspiraciones federalistas de una comunidad histórica; mientras censurarlo en el resto de España es tan progresista como de derechas, porque atenta contra la solidaridad entre comunidades ricas y pobres para los primeros y contra la unidad de la patria para los segundos. Pedirle al gobierno de Aznar la deuda histórica del Estado con Andalucía fue en la pasada legislatura de izquierdas. Reclamar a Zapatero las compensaciones económicas que establece la disposición adicional transitoria del Estatuto de Autonomía -o sea, lo mismo- es ahora de derechas.

Resulta curioso observar cómo esta aplicación práctica de la teoría del absurdo desciende desde las lejanas esferas políticas al debate más próximo. Y todo se impregna de un discurso partidista y de respuesta inmediata. Un ejemplo podría ser la polémica del metro en Málaga, cuyo debate técnico han instalado los políticos en el ámbito de la ciudadanía. Hacer el suburbano malagueño con tuneladora es de derechas, por eso lo apoyan las asociaciones vecinales de la Carretera de Cádiz próximas al PP. Mientras construirlo con muros pantallas es de izquierdas, de ahí el apoyo a la Junta de las organizaciones de esta barriada situadas en la órbita del PSOE. Sin entrar a valorar algunas de las torticeras circunstancias que han llevado a esta situación, que no son pocas, esta retórica del absurdo se va extendiendo hasta límites insospechados. Y hay un informe técnico para cada ideología. Al igual que hay estudios de tráfico que circulan por la derecha y otros que lo hacen por la izquierda.

Alguien dijo que vivimos en un mundo donde hay que esforzarse hasta la extenuación para demostrar lo evidente. Y lo evidente es que se ha pasado del pensamiento único a dos únicos pensamientos. El de estás conmigo o estás con el otro. Por eso los políticos no reclamen un debate, sino que buscan adhesiones. Ya no se trata de compartir en esencia un planteamiento. Se trata de asumir sin rechistar hasta el más mínimo detalle. Aunque lo blanco sea blanco un día y negro al día siguiente. Años teorizando sobre la crisis de las ideologías para llegar a este punto: todo está ideologizado. Si eres forofo de Ronaldinho lo eres también del Estatut. Y si estás leyendo este artículo con la luz encendida pero con la calefacción apagada, te has convertido en un soldado de Endesa en plena batalla contra Gas Natural. Pura esencia de la ideología del pollo.

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