Marruecos concentra en un acuartelamiento cercano a Melilla a cientos de subsaharianos

El antiguo cuartel español no ha podido ser visitado por organizaciones humanitarias

"No sé cuántos somos, como mínimo 500 o 600, pero cada día llegan nuevos autobuses con más gente". Víctor Nyongha, un camerunés de 27 años, narra por el teléfono móvil su vida cotidiana en el acuartelamiento militar de Tawima, tres kilómetros al sur de Nador, la ciudad vecina a Melilla. Las autoridades marroquíes están reagrupando con discreción, desde el 12 de octubre, a cientos de subsaharianos detenidos en un antiguo cuartel español de infantería al que las organizaciones humanitarias no han tenido, por ahora, acceso.

Desde fuera sólo se pueden ver las cúpulas de lona de las grandes ...

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"No sé cuántos somos, como mínimo 500 o 600, pero cada día llegan nuevos autobuses con más gente". Víctor Nyongha, un camerunés de 27 años, narra por el teléfono móvil su vida cotidiana en el acuartelamiento militar de Tawima, tres kilómetros al sur de Nador, la ciudad vecina a Melilla. Las autoridades marroquíes están reagrupando con discreción, desde el 12 de octubre, a cientos de subsaharianos detenidos en un antiguo cuartel español de infantería al que las organizaciones humanitarias no han tenido, por ahora, acceso.

Desde fuera sólo se pueden ver las cúpulas de lona de las grandes tiendas de campaña en las que se alojan los subsaharianos. Los soldados que custodian el acuartelamiento no dejan acercarse a los muros ni al portón de entrada. Una delegación de Amnistía Internacional no logró el permiso para acceder, el martes, al recinto.

Algunos subsaharianos siguen disponiendo de móviles con los que se comunican con el exterior. "Bueno, estamos en zona militar y el trato es en consecuencia", comenta Nyongha, que ingresó en Tawima hace 10 días. Fue detenido cerca de Oujda (noreste), adonde había llegado a pie desde Bouarfa, a las puertas del desierto.

"Se nos da de comer pan, sardinas, lentejas y garbanzos, y bebemos agua, pero tiene un sabor algo salado", señala, por su parte, André Moumi, de 37 años, otro camerunés que asegura haberse entregado a la Gendarmería en Castillejos, junto a Ceuta.

"Disponemos de colchonetas para dormir y mantas", prosigue Moumi. "Hay baños e incluso duchas, pero carecemos de jabón y medicinas porque la enfermería está vacía", asegura.

Los subsaharianos ignoran cuántos son, y tampoco saben qué van a hacer con ellos las autoridades marroquíes. "Estamos repartidos en dos zonas diferentes, y si en la de enfrente hay tantos como en la nuestra, debemos rondar los 600 de diversos países africanos", calcula Nyongha. "Hay mujeres, algunas embarazadas, y niños", señala. "Tenemos hasta un bebé de 10 meses".

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El mayor centro

De ser cierta la estimación dada por los inmigrantes -el Ministerio del Interior marroquí no ha proporcionado ninguna cifra-, el de Tawima sería el mayor centro de reagrupación de subsaharianos, por delante de la base de Berden, a unos 35 kilómetros de Guleimin, una ciudad meridional en puertas del desierto.

Las autoridades marroquíes organizaron, el pasado lunes, una visita de la prensa a Berden, en donde se hospedaban entonces 206 subsaharianos, pero esa cifra ha superado ya los 330, según la Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas de la Inmigración Clandestina (AFAVIC).

Hicham Rachidi, vicepresidente de la AFAVIC, señaló que Rabat negocia la repatriación de buena parte de los subsaharianos con sus respectivos consulados, como ya hizo a principios de mes con otros 2.600, organizando sendos puentes aéreos desde Oujda y Guleimin.

"Los que no puedan ser devueltos acabarán quedándose en un campamento permanente, y se dará así satisfacción a Europa", vaticinó Rachidi. El año pasado varios gobiernos europeos, empezando por el alemán y el italiano, sugirieron que se instalen en el norte de África campamentos para emigrantes subsaharianos financiados por la Unión Europea.

El ministro marroquí del Interior, Mustafá Sahel, rechazó entonces la idea, y el 16 de octubre reiteró que instalar tales campos en su país "sería contradictorio con nuestra postura".

Rabat parece, en todo caso, haber renunciado, por ahora, a expulsar a Argelia, por cuya frontera entraron en Marruecos el grueso de los subsaharianos, a los inmigrantes irregulares. Los dos intentos que hizo este mes, primero en la zona semidesértica de Bouarfa y después cerca del muro defensivo, en pleno Sáhara Occidental, han dañado la imagen de Marruecos, según reconoce la prensa de Casablanca.

Por otra parte, los 73 inmigrantes devueltos a Marruecos el 6 de octubre desde Melilla por las autoridades españolas, que estaban en huelga de hambre desde el pasado lunes para exigir su regreso a España, fueron anoche trasladados en autobús desde Tánger, donde se encontraban en un edificio periférico custodiado por la policía, a Rabat, informa Manuel Altozano.

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