OPINIÓN DEL LECTOR

Pilatos

El representante del Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes se lava las manos, como Pilatos, ante la masiva tragedia provocada por su encierro; más aún, quiere aparecer como el bueno de la película, que respeta la libertad de los ciudadanos. Hipocresía tan vergonzosa, interesada y funesta como en su campo era hasta ayer -y en parte aún sigue aquí- la de otras autoridades ante el tabaco. Los que combatimos esa lacra no pretendemos prohibir los encierros, como dicen estos fariseos de ese nuevo Club por la Tolerancia, sino sólo la propaganda y negocio -no sólo económico- en favor de esa sangr...

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El representante del Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes se lava las manos, como Pilatos, ante la masiva tragedia provocada por su encierro; más aún, quiere aparecer como el bueno de la película, que respeta la libertad de los ciudadanos. Hipocresía tan vergonzosa, interesada y funesta como en su campo era hasta ayer -y en parte aún sigue aquí- la de otras autoridades ante el tabaco. Los que combatimos esa lacra no pretendemos prohibir los encierros, como dicen estos fariseos de ese nuevo Club por la Tolerancia, sino sólo la propaganda y negocio -no sólo económico- en favor de esa sangrienta costumbre.

Porque así como cuando se elimina el patrocinio del Estado sobre el tabaco, y se prohíbe su propaganda comercial, desciende en picado el número de drogodependientes de ese mortal veneno, pues nadie nace fumador, así, cuando no hay apoyo de ningún tipo a esa actividad insensata y cruel costumbre, su práctica disminuye radicalmente.

Basta, pues, ya de hipocresías, tanto de autoridades como de algunos medios de comunicación, que sacan tajada de ese morboso sensacionalismo para después "lamentar" su trágico resultado, calificándolo de "dantesco" o "infernal", según hemos leído ahora en cierta prensa madrileña ante las decenas de víctimas de ese, por ellos mismos tan publicitado y, por tanto, estimulado desatino. Lo realmente diabólico es el alimentarse, como Saturno, mutilando y devorando incluso a sus propios hijos, y encima llorar con lágrimas de cocodrilo y denunciar la irresponsabilidad e insensibilidad... de sus propias seducidas víctimas.

Sólo podremos terminar con esa matanza usando todos los resortes del Estado de derecho, incluido, como con las tabacaleras, el recurso a la justicia por sus propias víctimas aún sobrevivientes, o sus deudos, con denuncias y justas indemnizaciones que consigan hacer "peligroso", impopular y poco rentable para sus fautores tan infame negocio.

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