En busca del talento perdido
Tras la experiencia del certamen internacional de coreografía contemporánea en Burgos, los Veranos de La Villa trae a Madrid las coreografías que han vencido en las cuatro ediciones realizadas hasta hoy y con esa especie de breve gala, cierra su temporada de danza en el teatro de la plaza de Colón. Buena ocasión para hacer una revisión crítica, con suficiente distancia, de cómo se mueve la creación coréutica en la generación emergente, donde no parecen estar muy claros los límites del género y el buen uso de las energías, con una creciente tendencia a esa especie de neoeclecticismo evolucionad...
Tras la experiencia del certamen internacional de coreografía contemporánea en Burgos, los Veranos de La Villa trae a Madrid las coreografías que han vencido en las cuatro ediciones realizadas hasta hoy y con esa especie de breve gala, cierra su temporada de danza en el teatro de la plaza de Colón. Buena ocasión para hacer una revisión crítica, con suficiente distancia, de cómo se mueve la creación coréutica en la generación emergente, donde no parecen estar muy claros los límites del género y el buen uso de las energías, con una creciente tendencia a esa especie de neoeclecticismo evolucionado que en unos se adhiere a lo intimista y en otros a la mera exposición de lo físico o lo imitativo sobre el soporte que da una buena preparación técnica.
En 2002, la obra vencedora fue Kenmei, del francés Amaury Lebrun, y bailada anteayer por José Blanco, Dimo Kimilov e Isaac Montlor, miembros de la Compañía Nacional de Danza, una suerte de remedo de sus autores de cartel: Kilian, Ek, Duato. Después se vieron Mi nube, con la que Maruxa Salas consiguió el primer lugar en 2003 acompañada por Iván Pérez, y Pave up paradise, coreografiada por Ben Duke en 2004, que fue bailada por él mismo y Raquel Messeguer, dos dúos bastante entonados desde lo conversacional. Cerró la velada la potente y original Not there, not yet there, ganadores de 2005, creada y bailada por Adriana Mortelliti y Corneliu Ganea.