Las llamas se ensañan con Cataluña

La peor sequía de los últimos 60 años y las altas temperaturas han convertido los bosques en un cóctel explosivo

Azotados por la peor sequía de los últimos 60 años, los bosques españoles se han convertido este verano en una verdadera tea preparada para arder al contacto con la más minúscula chispa.

Las olas de calor, como la que está afectando a varias provincias este fin de semana, con temperaturas de 40 grados en zonas de interior, hacen de la vegetación sedienta un material altamente combustible. La peligrosa combinación de sequía y termómetros al máximo ya ha hecho estragos en Cataluña, la comunidad más castigada por los incendios forestales desde principios de verano.

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Azotados por la peor sequía de los últimos 60 años, los bosques españoles se han convertido este verano en una verdadera tea preparada para arder al contacto con la más minúscula chispa.

Las olas de calor, como la que está afectando a varias provincias este fin de semana, con temperaturas de 40 grados en zonas de interior, hacen de la vegetación sedienta un material altamente combustible. La peligrosa combinación de sequía y termómetros al máximo ya ha hecho estragos en Cataluña, la comunidad más castigada por los incendios forestales desde principios de verano.

Con más de dos millones de hectáreas forestales, Cataluña ha inaugurado pronto este año la temible temporada de incendios. A finales de mayo, las llamas devoraron cerca de 500 hectáreas en Margalef, en la comarca del Priorat (Tarragona). Una quema controlada de ramas se apuntó como la causa del incendio. Un campesino de la zona fue detenido, aunque posteriormente quedó en libertad al comprobarse que tenía autorización de la Generalitat para la quema.

El fuego de Margalef auguraba un verano difícil para los montes catalanes y evidenciaba la gran amenaza que pesaba sobre ellos. Varios incendios simultáneos en el Bages, en la zona central de Cataluña, y el Baix Llobregat, cerca de Barcelona, que arrasaron un total de 1.000 hectáreas de bosque a las puertas de la noche de Sant Joan, obligaron a muchos catalanes a celebrar la tradicional verbena del día 23 de junio de forma inusual. Varios municipios prohibieron las hogueras y el lanzamiento de cohetes.

La medida dio resultado y, salvo pequeños fuegos que fueron rápidamente controlados, en la noche de San Joan los bomberos tuvieron poco trabajo en los bosques y sus salidas se centraron principalmente en las zonas urbanas, donde tuvieron que apagar incendios en contenedores o papeleras provocados por petardos.

La gran mayoría de los incendios son provocados por negligencia o intencionadamente y por ello las Administraciones, y este verano más que nunca, repiten hasta la saciedad su llamamiento a los ciudadanos para que extremen las precauciones. Los cigarrillos sin apagar, sin embargo, siguen lanzándose desde la ventanilla del automóvil.

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Éste fue, según ha apuntado el departamento de Medio Ambiente de la Generalitat, el origen del que ha sido, por el momento, el peor incendio del verano en Cataluña. El fuego se declaró el pasado 8 de julio y arrasó 1.500 hectáreas de vegetación en las comarcas del Bages y Berguedà, en la Cataluña central. Las primeras llamas arrancaron en un área de descanso situado junto a la carretera C-55, cerca de la población de Cardona, donde presumiblemente se habría arrojado el pitillo.

La Generalitat destinó, para combatir este incendio, un amplio despliegue de medios, entre ellos 30 vehículos aéreos, algunos de ellos cedidos por el Gobierno francés. Pero ello no evitó que las llamas arrasaran la franja que se había salvado de los grandes incendios que azotaron esta zona del centro de Cataluña en los años 1994 y 1998.

Al igual que en las zonas del resto de España afectadas por la ola de calor, Cataluña está este fin de semana en situación de máxima alerta por riesgo de incendio. Todas las comunidades han incrementado los medios este verano contra los incendios forestales, aunque la escasez de lluvias puede hacer menos efectivos los esfuerzos depositados, dado que muchos pantanos, de donde a menudo los medios aéreos captan el agua para sofocar las llamas, están muy por debajo de su capacidad.

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