AL VOLANTE | PRUEBA

Reacciones perezosas

El Clase B no es tan alto como los monovolúmenes convencionales de su tamaño (Scénic, Picasso...), pero tampoco tan bajo como los modelos más deportivos (Altea, Golf Plus...), y lo acusa cuando se conduce. En cambio, la posición de conducción es similar a la de los turismos: aunque la base del piso es más elevada de lo normal, las banquetas de los asientos van más bajas y el ángulo que forman las rodillas al sentarse es muy parecido al de los coches normales. Por lo demás, sorprende la posición del volante, casi perpendicular al suelo, y la visibilidad frontal, que es muy buena.

El Clas...

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El Clase B no es tan alto como los monovolúmenes convencionales de su tamaño (Scénic, Picasso...), pero tampoco tan bajo como los modelos más deportivos (Altea, Golf Plus...), y lo acusa cuando se conduce. En cambio, la posición de conducción es similar a la de los turismos: aunque la base del piso es más elevada de lo normal, las banquetas de los asientos van más bajas y el ángulo que forman las rodillas al sentarse es muy parecido al de los coches normales. Por lo demás, sorprende la posición del volante, casi perpendicular al suelo, y la visibilidad frontal, que es muy buena.

Estabilidad con balanceos

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El Clase B tiene un comportamiento dinámico correcto y seguro. Comparte las suspensiones y el bastidor del Clase A, pero alargado, y añade unos amortiguadores autoadaptativos con dos reglajes, uno blando y otro más enérgico, que se activan solos según el tipo de conducción. Así, circula con aplomo y confort en trazados rápidos y autopistas, aunque no absorbe los baches con la delicadeza de otros Mercedes. La dirección electromecánica es muy buena y no transmite las irregularidades al volante, pero, a pesar de ofrecer una estabilidad aceptable en zonas viradas, tiene unas reacciones más perezosas, acusa más las inercias y balanceos laterales y no responde con la agilidad de los monovolúmenes más deportivos.

Los frenos paran sin desequilibrios, incluso pisando a fondo en plena curva, e incluye de serie un avanzado control de estabilidad ESP que reacciona con más sensibilidad en caso de peligro. El resultado es una conducción fácil y cómoda, pero menos precisa y eficaz que la de otros rivales.

Un turbodiésel elástico

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La gama mecánica es idéntica a la del Clase A. La prueba se ha realizado con la versión 180 CDi, que monta el motor 2.0 turbodiésel de 109 CV, muy apropiado para este coche. Incluye la tecnología del raíl común de segunda generación y, aunque la potencia no es espectacular, ofrece unas prestaciones suficientes para un uso normal, incluso en carretera.

Lleva un cambio manual de seis marchas con la quinta y la sexta demasiado largas para reducir la sonoridad y el consumo, y el accionamiento, con recorridos largos de palanca, también resulta mejorable. Sin embargo, se compenetra bien con el motor y permite mantener buenos ritmos de crucero, aunque conviene prestar siempre atención en las subidas y adelantamientos para reducir antes de perder velocidad y poder afrontarlos con cierto brío. Por lo demás, acelera bien en las marchas cortas, y en ciudad es manejable y circula con nervio. En cambio, no está bien aislado y hace más ruido del deseable.

Los consumos son ajustados, aunque no están entre los mejores, sobre todo en tráfico urbano. Gasta más de seis litros en conducción suave y pasa de ocho en ciudad y si se estiran las marchas.

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