Crítica:CRÍTICAS

Apoteosis del 'boulevard'

"Oscar es un decorado y un hombre", afirmó alguna vez el realizador Edouard Molinaro. Se quedó corto: Oscar es un decorado y un inmenso, supremo, actor popular, un Louis de Funès que gozaba, en lejanos años en que se estrenó este filme, de un reconocimiento como pocos otros comediantes franceses. Y Oscar es algo más: es el ejemplo de lo bien que aguanta una pieza teatral que rezuma sabiduría de Boulevard, que estrenó, en 1957, un casi desconocido Jean-Paul Belmondo, y una película para realizar en la cual Molinaro se olvidó de su reciente pasado de joven promesa ...

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"Oscar es un decorado y un hombre", afirmó alguna vez el realizador Edouard Molinaro. Se quedó corto: Oscar es un decorado y un inmenso, supremo, actor popular, un Louis de Funès que gozaba, en lejanos años en que se estrenó este filme, de un reconocimiento como pocos otros comediantes franceses. Y Oscar es algo más: es el ejemplo de lo bien que aguanta una pieza teatral que rezuma sabiduría de Boulevard, que estrenó, en 1957, un casi desconocido Jean-Paul Belmondo, y una película para realizar en la cual Molinaro se olvidó de su reciente pasado de joven promesa nouvelle vague y estrenó un oficio como eficaz artesano.

Oscar tiene todo lo que tiene que tener una comedia de enredo para funcionar. En primer lugar, una carpintería astuta, una construcción en incesante fuga hacia delante, que transcurre casi en tiempo real. Luego, un punto de arranque brillante (¿es posible imaginar un comienzo más sorprendente que el que aquí sirve para sostener casi todo lo que en la pieza ocurre?). Luego, un sentido del humor que limita con la surrealidad, pero sin que sus intérpretes parezcan darse cuenta, lo que crea una impagable sensación de realismo delirante.

OSCAR (UNA MALETA, DOS MALETAS, TRES MALETAS)

Dirección: Edouard Molinaro. Intérpretes: Louis de Funès, Claude Rich, Mario David, Germaine Delbat, Claude Gensac, Agathe Natanson. Género: comedia. Francia, 1967. Duración: 80 minutos.

Y luego aún, un plantel de actores óptimos, incluido el excesivo, pero genial De Funès, un actor que en España jamás han aceptado los espectadores más avisados, pero que está a la altura de los grandes cómicos populares del siglo, de Totò, de Cantinflas, de, con perdón, don José Isbert. Y el resultado es una comedia que luce magnífica a sus casi 50 años. La ayuda también el gusto un tanto kitsch de la escenografía y un humor que salta por encima de contingencias de la época, para entroncar con las mejores tradiciones del teatro popular.

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